Siempre me ha llamado la atención escribir y admiro mucho a los buenos escritores. Hace como seis años, me inscribí en la Casa Refugio Citlaltépetl en el Taller de Cuento, donde aprendí a trabajar con los instrumentos necesarios para lograr un acercamiento a la práctica narrativa contemporánea. La impartía el escritor Guillermo Samperio.
En el taller te das cuenta de lo importante que es aprender a escribir, a tener una buena redacción, a mejorar las faltas de ortografía, a transmitir tus sentimientos de forma clara y precisa. Desgraciadamente estos aspectos tan necesarios no son vistos a buen nivel en las escuelas, desde la primaria hasta la universidad.
Muchos jóvenes profesionista de ahora, tienen una redacción pésima, cometen muchos errores ortográficos, no les gusta leer y mucho menos escribir. Te das cuenta en las empresas, cuando los ejecutivos dictan cartas a sus secretarias. En fin, esto tal vez es tema de otro post que trataré en otra ocasión.
En el Taller de Cuento, aprendí a analizarlos, ver en qué época transcurren y sus conjugaciones verbales, saber el tipo de narrador, los personajes, determinar el tipo de final, etc., etc. Hacíamos ejercicios y escribíamos cuentos que eran leídos y comentado por todos los alumnos hasta que al final, Guillermo los corregía y nos daba sus puntos de vista.
Recuerdo los comentarios que se hicieron con uno de mis cuentos que me llamó especialmente la atención. Se dijo que la forma de escribirlo era muy sencilla y que los contenidos eran plasmados en un ambiente demasiado “bondadoso”, casi irreal, como si fuera un cuento de hadas, lo cual no correspondía con el cuento.
El segundo aspecto fue corregido de forma inmediata y los personajes aparecieron más realistas y humanos. Pero el primero que se refería a la forma “sencilla” de escribirlo, me hizo mucho ruido. Mi vocabulario con palabras muy “rimbombantes” no es muy abundante, más bien es escaso. Entonces me dedique a subrayar en los libros todas las palabras que no entendía y a ver en la computadora los sinónimos de palabras claves. Esto me sirvió mucho y hasta la fecha lo sigo haciendo.
El otro día, leyendo a Marco A. Almazan en su libro: “Los Gormondios de Marfesia” que habla del surrealismo mexicano, me llamo la atención la exagerada utilización de palabras, ¿cómo llamarlas?: grandilocuentes, enfáticas, o simplemente inventadas. Del texto que en la exageración trae la jocosidad, les presento una muestra a continuación:
“Según el profesor Otto Von Strauffen, los Gormondios son una raza que a veces se extasían ante fenómenos naturales como las abrucias, los coliendros y los grifantos, pudiendo llegar a observarse en sus órbitas telepaticóvicas ciertos signos de animismo brigante. Pero en general son áticos perléticos y porcuaces a más no poder. Debido a su peso yapomónico – que suele estar en relación gastónica con su bariformismo – hay ocasiones en que se rebelan contra su automentalidad serfina, lo cual causa determinados carrizamientos meritorios en las glándulas extrovenales que circulan por su aparato locomotor. Luego, claro está, se quejan de morlocaduras estrónicas y zabambias polimétricas, con una insistencia que raya en lo obsesivo.
Creo que hasta aquí quedo muy claro lo anterior. ¿No? Y hablando de claridad, el Maestro Silvestre en uno de mis post me hizo el siguiente comentario: “Tu escrito se siente muy natural. La descripción te acerca bien a los recuerdos”.
Por lo anterior, ya no busco el rebuscamiento en mis escritos, que de hecho nunca lo ha habido, sino el llegarle a mis lectores imaginarios con claridad, emotividad y sencillez. ¿Ustedes que opinan?
En el taller te das cuenta de lo importante que es aprender a escribir, a tener una buena redacción, a mejorar las faltas de ortografía, a transmitir tus sentimientos de forma clara y precisa. Desgraciadamente estos aspectos tan necesarios no son vistos a buen nivel en las escuelas, desde la primaria hasta la universidad.
Muchos jóvenes profesionista de ahora, tienen una redacción pésima, cometen muchos errores ortográficos, no les gusta leer y mucho menos escribir. Te das cuenta en las empresas, cuando los ejecutivos dictan cartas a sus secretarias. En fin, esto tal vez es tema de otro post que trataré en otra ocasión.
En el Taller de Cuento, aprendí a analizarlos, ver en qué época transcurren y sus conjugaciones verbales, saber el tipo de narrador, los personajes, determinar el tipo de final, etc., etc. Hacíamos ejercicios y escribíamos cuentos que eran leídos y comentado por todos los alumnos hasta que al final, Guillermo los corregía y nos daba sus puntos de vista.
Recuerdo los comentarios que se hicieron con uno de mis cuentos que me llamó especialmente la atención. Se dijo que la forma de escribirlo era muy sencilla y que los contenidos eran plasmados en un ambiente demasiado “bondadoso”, casi irreal, como si fuera un cuento de hadas, lo cual no correspondía con el cuento.
El segundo aspecto fue corregido de forma inmediata y los personajes aparecieron más realistas y humanos. Pero el primero que se refería a la forma “sencilla” de escribirlo, me hizo mucho ruido. Mi vocabulario con palabras muy “rimbombantes” no es muy abundante, más bien es escaso. Entonces me dedique a subrayar en los libros todas las palabras que no entendía y a ver en la computadora los sinónimos de palabras claves. Esto me sirvió mucho y hasta la fecha lo sigo haciendo.
El otro día, leyendo a Marco A. Almazan en su libro: “Los Gormondios de Marfesia” que habla del surrealismo mexicano, me llamo la atención la exagerada utilización de palabras, ¿cómo llamarlas?: grandilocuentes, enfáticas, o simplemente inventadas. Del texto que en la exageración trae la jocosidad, les presento una muestra a continuación:
“Según el profesor Otto Von Strauffen, los Gormondios son una raza que a veces se extasían ante fenómenos naturales como las abrucias, los coliendros y los grifantos, pudiendo llegar a observarse en sus órbitas telepaticóvicas ciertos signos de animismo brigante. Pero en general son áticos perléticos y porcuaces a más no poder. Debido a su peso yapomónico – que suele estar en relación gastónica con su bariformismo – hay ocasiones en que se rebelan contra su automentalidad serfina, lo cual causa determinados carrizamientos meritorios en las glándulas extrovenales que circulan por su aparato locomotor. Luego, claro está, se quejan de morlocaduras estrónicas y zabambias polimétricas, con una insistencia que raya en lo obsesivo.
Creo que hasta aquí quedo muy claro lo anterior. ¿No? Y hablando de claridad, el Maestro Silvestre en uno de mis post me hizo el siguiente comentario: “Tu escrito se siente muy natural. La descripción te acerca bien a los recuerdos”.
Por lo anterior, ya no busco el rebuscamiento en mis escritos, que de hecho nunca lo ha habido, sino el llegarle a mis lectores imaginarios con claridad, emotividad y sencillez. ¿Ustedes que opinan?
4 comentarios:
Si tu eres sencillo y silvestre como yo, para qué le buscas axilas a las víboras.
hola soy Mary
Se entiende que Marco A. Almazán utilizó tales palabras totamente apropósito, ¿verdad?
Hola Gera. Efectivamente Almazán escribió este texto así a propósito.Me da mucho gusto que un lector, que ya no es anónimo, lea mis post, y sobre todo tan viejos.Te mando un abrazo
Publicar un comentario