viernes, 26 de agosto de 2011

EL PERDON Y LA RESILIENCIA


Cap. 2

Tiempo atrás Odin Dupeyron se planteaba la incógnita del perdón hasta convertirla en una obsesión. Al principio pensaba que era una forma de olvidar los agravios, aunque no estaba muy convencido de ello. Después pensaba que al perdonar se liberaban ambas partes del conflicto, cosa que tampoco es del todo cierto, porque el único que se libera es el que perdona, el otro puede estar ni enterado. Encontró que al perdonar uno se libera de la culpa y el odio. Al avanzar en el tema deduce que el perdón no existe, que existe la comprensión. Llegar a ella cuando podemos decir: “Comprendo que me diste una lección, gracias por ello”.

Claro que al leer esto muchos de ustedes dirán que es una estupidez,…todavía que me hacen algo, yo se los tengo que agradecer, ¡nomás eso me faltaba! Pero esta actitud encierra parte de verdad, por lo que voy a ampliar el tema del perdón.

¿Por qué siento rencor por algo que me hicieron en el pasado? ¡Ojo!, ya fue, se quedo como un sentimiento de hostilidad contra alguien. No fue resuelto en su momento y esa falta de asertividad nos produce un sentimiento frustrado, un incómodo pendiente que se queda en el inconsciente y puede detonar una enfermedad. Cuando logro ser asertivo ya no tengo la necesidad de perdonar porque no me sentiré ofendido. Pero lograr esa asertividad suena como en chino, como utópico, irreal pero en verdad si es posible, aunque la mayoría de nosotros no aprendimos el cómo hacerlo.

Como vemos, el tener que perdonar es una necesidad, entre otras cosas, de salud emocional. No tiene nada que ver las cuestiones religiosas o altruistas en el asunto, ni tampoco podemos perdonar a medias.

Muchas veces malinterpretamos el perdón y lo entendemos como simplemente olvidar algo desagradable, o pensamos que implica la reconciliación con el ofensor, o creemos que él “se saldrá con la suya” si le pedimos perdón. En realidad al no perdonar le doy valor al odio, a la ira y al miedo. Nuestro ego es el que no perdona por las siguientes razones:

- Merece esa persona que la odiemos.
- Si perdonas te harán otra vez lo mismo.
- Eres una persona débil si perdonas.
- Perdonar equivale a que le concedas la razón.
- Creemos que perdonando baja nuestra autoestima.
- No perdonar equivale a controlar a la otra persona y te da poder.
- No perdonar mantiene una distancia con la persona que te hirió.
- Si perdonas, piensan que estás de acuerdo con lo que hicieron.
- Si la culpa es del otro, ¿por qué perdonarlo?


El perdón es para uno. Perdonar no es recomponer el pasado, nos libera de él. Perdonar nos permite dejar de reciclar la ira y la culpa. Hay que cambiar nuestro sistema de creencias que está basado en el miedo. No interpretar el comportamiento de los demás como culpables o inocentes.
Perdonar es el proceso de liberarte de la atadura que te mantiene aferrado a los pensamientos negativos que alberga la mente, de curar tu mente y alma.

Para perdonar hay que tener resiliencia: Capacidad de sobreponerse a la adversidad. Es una adaptación o respuesta positiva, es la entereza más allá de la resistencia. Capacidad de proteger la propia integridad bajo presión y la capacidad de forjar un comportamiento vital positivo pese a las circunstancias difíciles. Posibilita tener una vida sana en un medio insano.

Sin perdón no podemos crecer ni fortalecernos con la adversidad. El perdón nos ayuda contra las enfermedades. Aprender a perdonar puede ayudar a prevenir las enfermedades del corazón (circulación sanguínea, trastornos cardiovasculares, sistemas psicoemocionales). El no perdón desacelera la respuesta del sistema inmunitario.

Hay una relación entre el perdón y la salud. Al modificar nuestra actitud mental podemos perdonar. El ego siempre busca a quien culpar.
Problemas físicos asociados con una actitud rencorosa: Dolores de cabeza, espalda, cuello, estómago, depresión, falta de energía, ansiedad, irritabilidad, insomnio, miedo, infelicidad.

El perdón es un proceso que implica tres etapas:
1. Identificar claramente cuales son los procesos que quiero trabajar.

2. Trabajar (con un profesional), tocando los sentimientos de los cuales me quiero liberar. Por ejemplo: Odio a mi padre por algo que me hizo. Lo primero que tengo que hacer es volver a sentir ese odio, sacarlo, no reprimirlo, reconocerlo. La verbalización es muy importante en el proceso, aunada a una terapia corporal.

3. Una vez sacado (o vomitado) todo lo que traigo adentro, entro en la posibilidad de cambiar mi actitud mental para ver las cosas con una visión más asertiva. Ahora tengo la oportunidad de perdonar. Es como cuando comemos algo que nos hace daño, una forma de curarnos, es volver el estomago.

Hasta la próxima, para tomarnos otro cafecito.

domingo, 21 de agosto de 2011

Compartiendo un cafecito, con Odin Dupeyron







Llegó a mis manos un libro, gracias al patrocinio de mi nuera Ary, porque cuando fuimos a ver las mil representaciones de la obra: A Vivir, de Odin Dupeyron ahí lo estaban vendiendo, se llama: ¿Nos tomamos un café? Y al empezar a leerlo se me ocurrió la idea de compartir su contenido con ustedes. Por cuestión práctica lo dividiré en capítulos. Algunas ideas que comparto de Odín, están desarrolladas con las mías, por lo que espero resulte de su agrado y utilidad.

CAP. 1
Dicen que en el fondo todos somos iguales en espíritu, aunque lo original lo traemos en nuestras diferencias, diferencias dadas por nuestras circunstancias personales. Pero tengo mis dudas sobre lo que Odín habla de una igualdad en el alma, tal vez podemos decir que nos pone en un estado consciente y evolutivo, pero no en un estado de igualdad. La polaridad de ser iguales y diferentes se da en la dualidad humana, al morir volvemos a ser todos uno, para después volver a encarnar y ser diferentes y así sucesivamente hasta que Dios se quede solo. Porque el único espíritu es el de Dios, el de nosotros sólo vive de su reflejo y al llegar finalmente a casa, la fusión se da con nuestra muerte.

Pero qué pasa cuando todos lleguen nuevamente a casa y Dios ya no tenga que esperar a nadie. Ya no dejará prendida la veladora en el pasillo -significando que la luz ilumine los caminos para un buen regreso- todos estarán ya en casa, aunque muertos. No sé si Dios sienta nuevamente la necesidad de necesitarnos y vuelva otra vez el ciclo a comenzar. ¿Quién necesita más de quién, Dios de nosotros o nosotros de Él? Venimos todos del mismo origen y terminaremos en el mismo lugar. Entender el regalo de Dios de compartirnos su grandeza y dejar que la gocemos, aunque sea en nuestra entupida ignorancia, es tal vez lo único que importa.

Una diferencia de lo diferente es el cómo lo expresamos, el cómo nos manifestamos sobre puntos que suenas iguales para todos. “El placer de hacer el amor amando”, nos acerca a la experiencia divina de la no dualidad. Somos a la vez tan distintos pero a la vez tan iguales y estamos aquí para compartir una efímera estancia terrenal.

Por qué no entendemos que las diferencias nos enriquecen. En el fondo defendemos la idea de ser todos iguales, todos jodidos, todos pobres, todos ignorantes. Que no destaque nadie, porque la envidia nos hace más entupidos. ¡Abajo los ricos!, ¡Abajo los inteligentes!, ¡Abajo los guapos!, ¿Por qué abajo, que no puede alguien estar “arriba”, bueno no arriba, pero ser diferente? Dejemos eso de abajo y arriba para las parejas, en fin que cada quien se acomode como pueda. Pareciera ser que hay una fuerza de las masas que no tolera a los diferentes, a los que destacan. La sociedad nos hace competir porque según ella, si no somos competitivos no somos exitosos.

Venimos a aprender que lo que se da en el ego es sólo una prueba, que si no la superamos, jamás tocaremos nuestra esencia. Seremos un producto del engaño y viviremos en la oscuridad de las identificaciones, de la necesidad de competir para tener éxito, de la necesidad de contar con un guía que nos lleve por el camino “correcto”, de no darnos cuenta que nos lavaron el cerebro para no ser lo que somos. Aprender a darnos cuenta que lo que nos enseñaron es lo primero que tenemos que tirar a la basura, matar un ego inquilino en nuestra propiedad es nuestra misión.

Lo valiosamente compartible son nuestras experiencias personales, propias, sólo nuestras. Dejémonos de impresionar por los gurús, por los “líderes” espirituales, como los papas, por los elegidos, por los que hablan con dios, por los académicos de muchos títulos, porque en ellos nunca encontraremos nuestra historia. Aprendamos a reírnos de lo formal, a dejar de tomar la vida tan personal, es tan corto este viaje que no vale la pena hacerlo de esa manera.

Aprendamos el camino de la libertad para crear un ser interior, que es nada más y nada menos, nuestro yo. Siempre nos damos cuenta de ello cuando es demasiado tarde, cuando el reloj marca las diez para la hora. No dejemos que “nuestras” creencias nos invadan, porque finalmente llegaremos a ser lo que creemos ser, mejor dejar que sean las verdaderamente nuestras las que nos hagan ser lo que somos.
Dupeyron habla no del significado literal de la palabra igualdad, sino del ser uno cuando se vibra en la misma frecuencia. El gran problema de la modernidad en la sociedad actual es la existencia de una gran variedad de frecuencias, cada quién trae la suya, y no sabemos cómo ponernos en la misma, en sintonía, por lo menos para entendernos un poco mejor.

Por hoy es cuanto

sábado, 13 de agosto de 2011

APRENDER A VIVIR



Nos preguntamos el por qué hacemos las cosas que en retrospectiva las vemos erróneas, o tal vez, si nos preguntaran si las volveríamos a hacer, en algunos casos diríamos que no. Pero lo que ya sucedió tiene una causa. Los “hubieras” no existen. ¿Entonces existe un destino? ¿Lo que nos toca vivir es parte de la Ley del Karma? (algo que uno hace, dice o piensa). Mientras permanezcamos ignorantes, apegados, y con odio, continuaremos creando karma. (Una cosa inevitablemente lleva a otra). ¿Dónde empieza nuestra libertad, nuestra creación? Como dice Joan Manuel Serrat: “Caminante no hay camino, se hace camino al andar”.

¿Han oído hablar de las coincidencias? Para Einstein son las formas en que dios permanece anónimo. Son sucesos que ocurren con otros acontecimientos. Algunos la llaman “buena suerte” que son las oportunidades, más la preparación. Pero para que haya una coincidencia debe haber una intención, que es la base de la creación. La intención es un pensamiento que te ayuda a satisfacer una necesidad cuya finalidad es la realización.

Te has preguntado por qué nacemos en una equis situación. Unos nacen como hijos de reyes o presidentes, algunos nacen hijos de músicos, artistas y de alguna manera se determina el camino que van a emprender. Un ejemplo: Mamá es violinista, papá es pianista, todo el día oye la música, no sólo tiene genes de artista, sino en lo cotidiano le van encaminando hacia ella y es muy probable que termine siendo músico. O por el contrario, alguien nace en una familia en pobreza extrema, con un papá alcohólico y una mamá prostituta, ¿Cuál crees que sea probablemente su destino?

Hemos hablado de un determinismo, referido a la parte genética y ambiental, que marca en muy alto porcentaje como va a terminar la persona. Claro que existen excepciones, como por ejemplo el caso de Don Benito Juárez que nació indígena y terminó presidente de la republica, pero sólo eso son, excepciones. También este determinismo se da en la parte emocional, si mis padres son poco o nada expresivos en los afectos y no hay apapachos y contactos corporales yo voy a aprender a ser igual. Claro que puedo cambiar y ser diferente, pero me va a costar más trabajo que los que ya tienen esas costumbres.

Entonces sigue la pregunta, ¿Por qué nacemos en una equis situación? Esto tiene que ver con las reencarnaciones y los karmas. Debido a estos últimos, organizamos, antes de iniciar otro ciclo de vida, circunstancias que nos enfrentan con nuestros karmas. Nada es casual, todo está pre-determinado para que en este nuevo escenario se den las condiciones, y con nuestra libertad e inteligencia podamos resolverlas. Hay que aprender a observar este escenario; estudiarlo detenidamente, descubrir la misión que nos toca realizar y ésta tiene que ver mucho con nuestras habilidades.

Y volviendo al principio, sobre la vida que hoy me tocó vivir, no porque decidiera concientemente el rumbo, sino al verla en retrospectiva hoy a casi mis sesenta años, ya no me preguntaría si la volvería a vivir, simplemente la viví y con eso basta. ¿Qué me dejó ese rumbo? Me cambió la vida. Aprendí a llorar con las palabras que llevan dulzura, a caminar descalzo junto al mar y dejarme acariciar por las olas. Aprendí a dejarme llevar por la armonía que enlaza los acordes de la vida. Aprendí a escuchar el dolor ajeno y a cobijarlo sin prisa. Aprendí de mis nietos a jugar con ellos y con el niño que llevo dentro. Aprendí el idioma humano del limpiar una lágrima y abrazar con ternura una flor. Deje en el camino mi arrogancia y sólo me quede con la fuerza necesaria para querer. Aprendí a perdonar los errores de mi torpeza. Deje el ego arrumbado en una esquina en la noche de nadie, y empecé a descubrirme con el asombro infantil de un gozo. Descubrí en la risa un desahogo que liberó mi realidad. En el dar aprendí a llenarme de satisfacciones, y saberme útil.

Aprendí a ver que soy dueño de mi visión, que soy dueño de mis sueños. Aprendí lo que se tiene que aprender en la vida, porque el aprendizaje es un camino interminable que no cansa. Hoy puedo contestarme, ¿Qué me dejó ese rumbo?: APRENDÍ A VIVIR.