sábado, 29 de noviembre de 2008

"La Sociedad de los Poetas Muertos"


Como me gustan las películas que nos hacen pensar. Que nos cuestionan e invitan a la reflexión. Estoy hablando de la extraordinaria película: “La Sociedad de los Poetas Muertos”, escrita por Tom Schulman y dirigida por Peter Weir.

Y claro no podía faltar la excelente actuación, que le otorgó el Oscar, a Robin Williams como el carismático profesor de literatura John Keating (“0h Capitán, mi Capitán”- Walt Whitman).

Dos polaridades se enfrentan en la lucha: Por un lado la sociedad y sus reglas “formativas y educativas”, representada por la Academia Walton de los Estados Unidos a finales de los cincuentas, que defiende enérgicamente sus postulados: “Tradición, Honor, Disciplina y Excelencia” y por el otro el maestro soñador que se sale de las reglas establecidas e invita a sus alumnos a pensar, a perseguir sus pasiones individuales, a luchar por sus ideales, a defender sus derechos y hacer de sus vidas algo extraordinario.

No se de cierto quién gano, porque las polaridades siempre permanecen victoriosas, cada una con sus terquedades y razones. La primera en las masas obedientes y sumisas que cumplen a cabalidad con la respuesta a su “IQ”. La otra, esos pocos, que pudieron escapar de la inercia social y decidieron buscar en lo individual los secretos de la conciencia jungiana del saber (“Carpe Diem – Aprovecha tu día”).

El Maestro Keating nos invita a romper con las páginas del absurdo, a deshacernos del excremento de la razón dirigida y nos reta a sentir para que así podamos contribuir con un verso a la vida. El subversivo busca la liberación de su propia voz y se enfrenta a su sombra, a sus miedos, a los demás, a sí mismo.

Los más, se aprovechan hasta de la muerte para aniquilar a sus oponentes, y “salir victoriosos” de la rigidez de su miedo. Por eso, no es fácil usar tu voz en el reclamo, pero la satisfacción es el resultado de la lucha.

Es una película que te toca tu interior y te lo zarandea. Si la balanza se inclinara a la búsqueda de tu individualidad y con ella encontraras tus riquezas, este mundo sería otro. Por eso, mi invitación, querido lector imaginario: busca tus respuestas en tu interior, lo demás son puros inventos del hombre.

sábado, 15 de noviembre de 2008

Ya viene otra vez Navidad


Recuerdo esas navidades, que con mis hermanos, esperábamos a Santa Claus, o al “niño dios” como lo llama mi madre. Esa espera llena de magia, llena de foquitos de colores, de árboles de navidad, de alegría.

Esa noche del veinticuatro era larga y el sueño no llegaba pronto por el nervio de la espera. No recuerdo si mis padres nos regañaban porque no nos dormíamos temprano, o yo lo quiero inventar, tal vez sea eso. Nos ponían unas regañadas porque en esa noche mi padre ya quería sacar los regalos de sus eficaces escondites y nosotros seguíamos en la danza de la emoción.

Pero como siempre, el cansancio era más fuerte que nuestra curiosidad y caíamos en el quinto sueño. Al día siguiente, muy temprano, los hermanos todos juntos, corríamos al árbol de navidad para descubrir que nos había traído Santa. No teníamos que buscar mucho, porque los regalos estaban a la vista. Bicicleta con sidecar para mí, tractor para mi hermano, muñecas para mis hermanas y otras cosas que no me acuerdo para mi hermano menor, por cierto el sexto de mis hermanos todavía no llegaba a la familia.

Esos recuerdos padrísimos asociaban las navidades con los niños y éstos con sus caritas felices por los regalos que recibían. Pero… navidad sin niños no es navidad. Me da la impresión que los niños de antes gozábamos más las cosas, porque por ejemplo no nos preocupábamos por los juguetes de marca o los de moda, como ahora. Los juguetes eran para jugarse en el patio. En cambio ahora Santa Claus trae regalos para jugarse en la computadora. El otro día fui a casa de unos sobrinos y sus hijos estaban jugando con esos juegos. El “juego infantil y juvenil” se trataba de un personaje que tenía que vengar la muerte de su madre para lo cual estaba dotado de un armamento que ya quisieran los mismos narcos. Tenía tanques, helicópteros, bazucas, granadas y el escenario era una ciudad como cualquiera de las de ahora. El sujeto mataba a cuanto “cristiano” se le atravesaba. Había una escena que este individuo entra a una cafetería. El hijo de mi sobrino empieza a matar a los policías que estaban ahí, y después asesina a TODOS los comensales del lugar. Y le pregunte: Pero, ¿Por qué matas a esas personas? Su contestación fue… el silencio.

¿Notan las diferencias? Antes nos pasábamos horas jugando en el patio o quizás hasta en la calle. Ahora los niños se pasan horas enfrente de una computadora o de un televisor, enajenando sus cerebros con esos jueguitos cibernéticos.

Pero volviendo al tema de las navidades, cuando muy temprano por la mañana del veinticinco, el juguete pedido aparecía junto al árbol, se nos iluminaban las caritas de asombro. Que necesario es que los niños vivan esos años mágicos. Pero no todos viven esa fantasía, algunos su realidad es recibir una pelota barata en la explanada de su delegación y otros quizás no reciban nada en esas fechas ni en ninguna otra.

Como una amiga que siendo huérfana, y vivía con su hermana mucho mayor que ella y con los hijos de ésta. Me cuenta que en esas épocas puso su zapatito para que le trajeran juguetes los Reyes Magos y al levantarse e ir corriendo a ver sus obsequios, en su zapato no había nada en cambio en los de sus sobrinos estaban llenos de juguetes.

Y después nos quejamos de que nuestros hijos son muy rebeldes, muy drogos y borrachos. “Sin más comentarios”.

Ahora las navidades las veo diferentes. La mercadotecnia y el consumismo hacen estragos en la conciencia de las personas. Por lo menos la última quincena del año, la gran ciudad se vuelve un caos. Si de por sí el trafico normalmente es un desastre, en esas fechas esta peor. Queremos comprar afecto y regalamos cosas materiales en sustitución de esa demostración de afecto que nunca expresamos a nuestros seres queridos.

En lugar de decir por ejemplo: te quiero mucho y me encanta tu forma de ser, regalamos un sartén con teflón. En lugar de expresar nuestro cariño con un tierno abrazo y un beso tronado, regalamos una bufanda de Liverpool.

¿Dónde queda nuestra creatividad e ingenio?, siempre hacemos lo mismo todos los años en esta época. Siempre comemos lo mismo: pavo, bacalao y romeritos. Ponemos el arbolito y siempre nos quejamos para volverlo a quitar.

Por qué no inventamos cosas nuevas. Regalar afectos en formas novedosas, y a la más ingeniosa demostración de cariño, podríamos otorgarle el primer lugar y darle un vale para que en Liverpool recoja un sartén con teflón. Hacer una navidad de disfraces. Vestirse de Santa Claus e ir a un asilo o albergue y regalar frazadas de cariño. Y no sé cuantas cosas más, que nos dejen una sensación de satisfacción y que podamos decir: que padre navidad pasamos.

Por eso hoy, los invito a que inventemos una nueva navidad o que simplemente reflexionemos sobre ser más auténticos, más nosotros.
Saludos navideños.