Otra etapa en mi vida. Otra forma de acomodar mis costumbres y usos. Nuevas rutas que tomar, nuevos amigos por hacer y viejos conocidos por desechar. No hay fatalidad en el cambio elegido, aunque no sé que voy a encontrar en este nuevo bosque.
Crearé mis propios sueños, seré útil para los demás y compartiré mi experiencia con los que me vaya encontrando en el camino. Seré un vagabundo irreverente, y romperé las reglas y estilo. Iré en contra de la corriente como salmón solitario, en busca de mi genética humana.
Emprenderé un viaje diferente creando cosas diferentes. Reconozco que mi estilo ha sido tranquilo, burgués y cómodo. Ahora, a conocer nuevos rostros, nuevas almas, a colorearme de la risa de los pequeños con mi pincel gris. A tocar el dolor y oscuridad con mi lámpara mágica, a darme a los demás gustoso.
Sí, empezar a atreverme a hacer cosas “locas”, como las que se hacen a solas, lejos de las criticas sociales del “deber ser”.
Siento un cosquilleo morboso de gusto por emprender un camino prohibido, lleno de letreros de no pasar, de cuidado con el perro, de propiedad privada. Un gusto morboso de darle gusto a mi razón, de otorgarle un micrófono a mi voz, a mis gritos firmes para encontrar camino.
Ya no tener que dar explicaciones de mi insensatez. Confirmar mi inteligencia en mi torpeza de actuación. Y todo esto sé que puede tener un costo: la soledad. Porque los caminos de luz son desiertos solitarios. Tal vez encuentre un viajero solitario, que busque lo mismo que yo, que ame torpemente como yo, que grite incoherencias, como yo las grito, que sea un loco enamorado de los imposibles, como yo, que sea tanto como yo, que a lo mejor hasta sea yo.
Dejar de recibir la segura quincena, por la insegura y torpe sonrisa de un miserable, por el sucio contacto con una pequeña mano desvalida, por la mirada inocente de un gozoso agradecido, por el regalo de unas lágrimas viejas y dolidas. Dejar torpemente la seguridad, por un loco sueño, un loco sueño de amor.
Y después de pasados mil años, sabré si me equivoque, si la decisión que tome fue estúpida, irreflexiva y torpe, si la búsqueda de mi genética humana fue en vano porque mi humanidad sólo era un sueño, una pesadilla, una ilusión.
Déjenme solo equivocarme una vez, sólo una vez con mi vida, ¿qué puede pasarme? ¿Tal vez encontrarme y enamorarme de mi hallazgo? ¿Vale la pena arriesgarme? ¿Tal vez arrepentirme en el fuego eterno de mi torpeza?
Creo que vale la pena intentarlo, hacerlo porque es mi decisión, hacerlo porque es mi vida. ¿Cuántas veces se vive en una vida? Una sola, y ésta, se me está yendo de las manos.
Voy a su rescate, como Don Quijote. Me pelearé con los molinos de viento, que son o fueron mis eternos amigos y cercanos, usaré mi armadura en las batallas, para que las críticas no penetren en mi alma, platicaré con Sancho mi escudero en los momentos de soledad y terminaré muriendo en mi locura, una tarde como cualquiera, en un catre viejo y dolido. Y le seré franco a la muerte: te he engañado vieja amiga, porque en tu muerte yo vivo y sueño que muero vivo.
Crearé mis propios sueños, seré útil para los demás y compartiré mi experiencia con los que me vaya encontrando en el camino. Seré un vagabundo irreverente, y romperé las reglas y estilo. Iré en contra de la corriente como salmón solitario, en busca de mi genética humana.
Emprenderé un viaje diferente creando cosas diferentes. Reconozco que mi estilo ha sido tranquilo, burgués y cómodo. Ahora, a conocer nuevos rostros, nuevas almas, a colorearme de la risa de los pequeños con mi pincel gris. A tocar el dolor y oscuridad con mi lámpara mágica, a darme a los demás gustoso.
Sí, empezar a atreverme a hacer cosas “locas”, como las que se hacen a solas, lejos de las criticas sociales del “deber ser”.
Siento un cosquilleo morboso de gusto por emprender un camino prohibido, lleno de letreros de no pasar, de cuidado con el perro, de propiedad privada. Un gusto morboso de darle gusto a mi razón, de otorgarle un micrófono a mi voz, a mis gritos firmes para encontrar camino.
Ya no tener que dar explicaciones de mi insensatez. Confirmar mi inteligencia en mi torpeza de actuación. Y todo esto sé que puede tener un costo: la soledad. Porque los caminos de luz son desiertos solitarios. Tal vez encuentre un viajero solitario, que busque lo mismo que yo, que ame torpemente como yo, que grite incoherencias, como yo las grito, que sea un loco enamorado de los imposibles, como yo, que sea tanto como yo, que a lo mejor hasta sea yo.
Dejar de recibir la segura quincena, por la insegura y torpe sonrisa de un miserable, por el sucio contacto con una pequeña mano desvalida, por la mirada inocente de un gozoso agradecido, por el regalo de unas lágrimas viejas y dolidas. Dejar torpemente la seguridad, por un loco sueño, un loco sueño de amor.
Y después de pasados mil años, sabré si me equivoque, si la decisión que tome fue estúpida, irreflexiva y torpe, si la búsqueda de mi genética humana fue en vano porque mi humanidad sólo era un sueño, una pesadilla, una ilusión.
Déjenme solo equivocarme una vez, sólo una vez con mi vida, ¿qué puede pasarme? ¿Tal vez encontrarme y enamorarme de mi hallazgo? ¿Vale la pena arriesgarme? ¿Tal vez arrepentirme en el fuego eterno de mi torpeza?
Creo que vale la pena intentarlo, hacerlo porque es mi decisión, hacerlo porque es mi vida. ¿Cuántas veces se vive en una vida? Una sola, y ésta, se me está yendo de las manos.
Voy a su rescate, como Don Quijote. Me pelearé con los molinos de viento, que son o fueron mis eternos amigos y cercanos, usaré mi armadura en las batallas, para que las críticas no penetren en mi alma, platicaré con Sancho mi escudero en los momentos de soledad y terminaré muriendo en mi locura, una tarde como cualquiera, en un catre viejo y dolido. Y le seré franco a la muerte: te he engañado vieja amiga, porque en tu muerte yo vivo y sueño que muero vivo.
4 comentarios:
Vagabundo irreverente?
No he conocido a muchos vagabundos bien versados, para ser honesto.
Mi querido Maestro Ninja: ¿Viste la película de Amores Perros? Ahí sale un vagabundo irreverente. Vagabundo es un hombre errante, que tiene una manera de vivir sin un medio regular de subsistencia e irreverente, es un irrespetuoso de las cosas "sagradas". Los bien versados también pueden ser, en un momento de su vida, vagabundos irreverentes.
Gracias, Amigo Matus, por tus palabras.
Como dice Leon Felipe: Un dia averiguamos que en nuestra casa no hay ventanas. Entonces abrimos un gran boquete en la pared y nos escapamos a buscar la luz desnudos, locos y mudos, sin discurso y sin cancion.
Suerte en el camino.
Gracias Gringa Vieja, siempre son gratas tus lineas.
Publicar un comentario