miércoles, 21 de enero de 2009

"...Y LA HISTORIA NOS JUZGARÁ"


El 23 de Junio de 1867 el cadáver del Archiduque Maximiliano, Emperador de México, era embarcado en la misma fragata Novara que tres años antes había sido testigo de su sueño imperial.

A las 11:30 de la noche del día 14 de Junio fue pronunciada la sentencia de muerte de Maximiliano. El Presidente de la República Licenciado Benito Juárez, dijo: ¡Ahora o acaso nunca, podrá la República consolidarse! Se le negó el indulto y sólo le fue concedido tres días más de vida.

El día 18, la princesa Salm de rodillas ante el Presidente Juárez imploraba piedad para Maximiliano. (Quién había de decir, que en 1816 un muchacho de 10 años, calzón blanco, guaraches, gabardina de chomite, cuidaba en la cierra de Ixtlán a las vacas, hablaba zapoteca y no conocía el idioma castellano, llegaría a ser Presidente de la República y que a sus pies se postrara suplicante una princesa europea).

A las 7 y cinco minutos de la mañana del 19 de Junio, fueron fusilados en el Cerro de las Campanas de la ciudad de Querétaro, Maximiliano, Miramón y Mejía.

Recordando como se inicio ese sueño imperial, el 3 de Octubre de 1863, nos ubicamos en el gran salón del Castillo de Miramar en Trieste, donde 10 mexicanos (conservadores mochos, monárquicos, adinerados, acomplejados, extranjerizantes, cobardones) y la jerarquía eclesiástica, formaban la comisión que ofrecía la Corona de México a Maximiliano.

Urgidos siempre de que alguien viniera del exterior y los salvara de pensar y vivir por su cuenta, de asumir los riesgos de apasionarse por un país que tendrían que vivir como responsabilidad propia. Un país que se aferró a una concepción sufriente, limosnera y dadivosa de la Divinidad, postergó su felicidad para la otra vida y se resignó a una existencia de docilidad, mansedumbre, aguante, refunfuño y dios dirá y dios mediante y dios quiera y cuando dios amanezca.
Estos dizques mexicanos necesitados de que algún príncipe extranjero los aliviase de ser libres, de ser maduros y de sentirse mexicanos.

Carlota Victoria Clementina Leopoldina, Carlota de Bélgica, esposa de Maximiliano le animó a que aceptara el título de emperador que le daría el nombre de Maximiliano I, sin imaginarse que tan solo tres años después, esa fatídica decisión los llevaría, ella a la locura y a su marido a la muerte.

Los gastos que originaron las recepciones en Veracruz y México fueron $115,348.41. Entre los primeros decretos que expidió Maximiliano fue asignarse un sueldo de millón y medio de pesos anuales y a la Emperatriz 200 mil pesos. El 18 de Julio fue reformado el escudo mexicano en donde el águila quedo dentro del escudo imperial.

Y todavía nos preguntamos, por qué el Presidente Juárez mando fusilar a Maximiliano.
Por último quiero invitar a la reflexión con unos párrafos de la carta que Juárez envía a Maximiliano el 28 de Mayo de 1864:

“Me dice usted, que abandonando la sucesión de un trono de Europa, abandonando su familia, sus amigos, sus bienes y lo más caro para el hombre, su patria, se han venido usted y su esposa Doña Carlota, á tierras lejanas y desconocidas, solo para corresponder al llamamiento espontáneo que le hace un pueblo que cifra en usted la felicidad de su porvenir.

Admiro positivamente, por una parte, su generosidad y, por otra parte, ha sido verdaderamente grande mi sorpresa encontrar en su carta la frase llamamiento espontáneo, porque ya había visto antes, que cuando los traidores de mi patria, se presentaron en comisión por sí mismos en Miramar, ofreciendo á usted la corona de México, usted no vió en todo eso más que una farsa ridícula, indigna de ser considerada seriamente por un hombre honrado y decente.

Yo he sufrido, francamente, una decepción: yo creía á usted una de esas organizaciones puras, que la ambición no alcanzaría á corromper.

… el traidor ha sido guiado por una ambición de mando y un vil deseo de satisfacer sus propias pasiones y aun sus mismos vicios; ¿Es dado al hombre, señor, atacar los derechos ajenos, apoderarse de sus bienes, atentar contra la vida de los que defienden su nacionalidad, hacer de sus virtudes un crimen y de sus vicios propios una virtud? Pero hay una cosa que está fuera del alcance de la perversidad, y es el fallo tremendo de la historia. Ella nos juzgará”.

Soy de Ud. Atento y seguro servidor

BENITO JUAREZ

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