El jueves pasado la mesa se vistió de gala con vino blanco alemán y como postre, helado. Dos cubiertos más de los acostumbrados, aparecía en el comedor redondo de siempre, el de madera oscura, el que tiene impregnado ese olor de las comidas que la Maye hacía.
Siempre amena la comida de los jueves, que se han convertido en los “juebebes de la tía Concha”. Parecidos a los “juebebes” del Estado de Guerrero, pero sin Pozole ni Mezcal. Con ricos platillos hechos por doña Estela, chef y compañía de la tía. Platillos ricos todos, como el pastel de brócoli, el espagueti blanco con crema, espolvoreado con queso, la carne de puerco en agridulce, la carne molida, el arroz, y los frijoles bayos con elotes, que según nuestras memorias de la casa de “Mamaita” en Ciencia, deberían de ser negros, pero en fin…para la tía Concha fueron, son y serán siempre bayos, porque en su tierra, Colima, los frijoles sólo son bayos.
Pero, antes del gaudeamus de los jueves, a la vista en la sala, el introito botanero, con quesos: manchego y fresco, cacahuates, a veces jícamas y zanahorias con chile molido y limón, sin faltar sus inseparables compañeros: las margaritas, los tequilas y las cubitas, que siempre en número de dos, nos dan la medida exacta para ponernos al tanto de los chismes y sucesos de la semana.
La rutina de los jueves tiene algo de senil, lo que la vuelve un rito: los japoneses con Miguel, los frescos con Andrés, (digo de los cacahuates). Las Margaritas con mucho hielo y sólo dos, la música de la Maye, los sillones que reconocen nuestros sitios personales, las migajas que deja Concha en su lugar y al día siguiente siempre descubre Estela, la primera pregunta al llegar: ¿Y cómo está Anajulia?
Y hablando de Anajulia, el jueves pasado, la mesa se engalanó con esos cubiertos de más: el de la tía Anajulia, acompañada de su Oxígeno. Ese oxigeno compañero que le permite salir a visitar a sus seres queridos, que le da entusiasmo y fortaleza. Ese oxígeno compañero que le pone una sonrisa en su mirada. Ese oxígeno compañero que nos permite tenerla con nosotros y poder brindar con vino alemán: ¡a la salud de los presentes!
Si señores, ¡a la salud de los presentes! Porque los presentes vivimos un hoy. Porque con los presentes, no necesitamos hablar con resignación de lo que fue de los ausentes, de cuando estaban y lo que hicieron. ¡NO SEÑORES! Podemos con los presentes mirarnos directamente a los ojos e intercambiarnos querencias y sonrisas. Podemos abrazarnos, y gozarnos en un “juebebes” cualquiera.
Brindo entonces por eso. Brindo por la tía Concha que descubrí en un jueves tequilero. Brindo por mi hermano mayor que se había perdido y reaparece, como él mismo lo dice, ahora “bueno”. Deje un tiempo de admirarlo y extrañé esa admiración. Y brindo también, por la tía Anajulia y sus ganas de vivir. Brindo entonces, este jueves, porque la mesa esta completa. ¡SALUD POR LOS PRESENTES!
Siempre amena la comida de los jueves, que se han convertido en los “juebebes de la tía Concha”. Parecidos a los “juebebes” del Estado de Guerrero, pero sin Pozole ni Mezcal. Con ricos platillos hechos por doña Estela, chef y compañía de la tía. Platillos ricos todos, como el pastel de brócoli, el espagueti blanco con crema, espolvoreado con queso, la carne de puerco en agridulce, la carne molida, el arroz, y los frijoles bayos con elotes, que según nuestras memorias de la casa de “Mamaita” en Ciencia, deberían de ser negros, pero en fin…para la tía Concha fueron, son y serán siempre bayos, porque en su tierra, Colima, los frijoles sólo son bayos.
Pero, antes del gaudeamus de los jueves, a la vista en la sala, el introito botanero, con quesos: manchego y fresco, cacahuates, a veces jícamas y zanahorias con chile molido y limón, sin faltar sus inseparables compañeros: las margaritas, los tequilas y las cubitas, que siempre en número de dos, nos dan la medida exacta para ponernos al tanto de los chismes y sucesos de la semana.
La rutina de los jueves tiene algo de senil, lo que la vuelve un rito: los japoneses con Miguel, los frescos con Andrés, (digo de los cacahuates). Las Margaritas con mucho hielo y sólo dos, la música de la Maye, los sillones que reconocen nuestros sitios personales, las migajas que deja Concha en su lugar y al día siguiente siempre descubre Estela, la primera pregunta al llegar: ¿Y cómo está Anajulia?
Y hablando de Anajulia, el jueves pasado, la mesa se engalanó con esos cubiertos de más: el de la tía Anajulia, acompañada de su Oxígeno. Ese oxigeno compañero que le permite salir a visitar a sus seres queridos, que le da entusiasmo y fortaleza. Ese oxígeno compañero que le pone una sonrisa en su mirada. Ese oxígeno compañero que nos permite tenerla con nosotros y poder brindar con vino alemán: ¡a la salud de los presentes!
Si señores, ¡a la salud de los presentes! Porque los presentes vivimos un hoy. Porque con los presentes, no necesitamos hablar con resignación de lo que fue de los ausentes, de cuando estaban y lo que hicieron. ¡NO SEÑORES! Podemos con los presentes mirarnos directamente a los ojos e intercambiarnos querencias y sonrisas. Podemos abrazarnos, y gozarnos en un “juebebes” cualquiera.
Brindo entonces por eso. Brindo por la tía Concha que descubrí en un jueves tequilero. Brindo por mi hermano mayor que se había perdido y reaparece, como él mismo lo dice, ahora “bueno”. Deje un tiempo de admirarlo y extrañé esa admiración. Y brindo también, por la tía Anajulia y sus ganas de vivir. Brindo entonces, este jueves, porque la mesa esta completa. ¡SALUD POR LOS PRESENTES!