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Como el tiempo se entremezcla con los recuerdos y le damos color a aquellos momentos gratos y placenteros. Y me estoy refiriendo a Jorge mi tío, a Jorge el Arquitecto, a Jorge el “Juegarayuela”, a Jorge el esposo de Hada, a Jorge el “ausente”.
Tendría menos de diez años, cuando miraba admirado en Carracci, el restirador lleno de escuadras, gomas, lápices y manos venosas de herencia Clotás, que cuidadosamente dibujaban los planos y esculpía en plastilina verde, rostros y figuras casi perfectas.
El ambiente fue marco de mis ideales, y pensaba que cuando fuera grande, sería como él y su hermano Héctor: Arquitecto. Desde entonces sentí afecto por la UNAM, por los suéteres sueltos con una inicial bordada, por las motos, por todo lo que significaba ser “grande”.
Más me gustaba el trato de iguales que Jorge nos hacía sentir a los sobrinos chicos. Nos llevaba de vez en cuando de campamento. Una vez, Andrés mi hermano se resbaló y cayó en un barranco. Mi tío Jorge al verlo caer, apretó mi mano y no la soltó hasta cerciorarse de que no le había pasado nada, solo mi mano enrojeció. Fue emocionante e intenso compartir con los “grandes” esas aventuras.
Que lástima que mi memoria no sea mi aliada y en el olvido dejo tantos momentos bellos. Recuerdo sí, cuando Jorge y Hada iban a la casa de mi mamá, en Villa Verdún y en Anaxágoras. Eran unas sobremesas llenas de juegos y risas. Y a los Olvera les gustaba hacer una que otra trampita.
Ahora, y antes de que el Jorge de siempre se ausentara, las arquitecturas, los paseos, las sobremesas, las trampitas Olvera, las rayuelas con estilo, quedaran en el recuerdo de un capitulo especial: El de mi tío Jorge García Olvera.
Luis Miguel
Tendría menos de diez años, cuando miraba admirado en Carracci, el restirador lleno de escuadras, gomas, lápices y manos venosas de herencia Clotás, que cuidadosamente dibujaban los planos y esculpía en plastilina verde, rostros y figuras casi perfectas.
El ambiente fue marco de mis ideales, y pensaba que cuando fuera grande, sería como él y su hermano Héctor: Arquitecto. Desde entonces sentí afecto por la UNAM, por los suéteres sueltos con una inicial bordada, por las motos, por todo lo que significaba ser “grande”.
Más me gustaba el trato de iguales que Jorge nos hacía sentir a los sobrinos chicos. Nos llevaba de vez en cuando de campamento. Una vez, Andrés mi hermano se resbaló y cayó en un barranco. Mi tío Jorge al verlo caer, apretó mi mano y no la soltó hasta cerciorarse de que no le había pasado nada, solo mi mano enrojeció. Fue emocionante e intenso compartir con los “grandes” esas aventuras.
Que lástima que mi memoria no sea mi aliada y en el olvido dejo tantos momentos bellos. Recuerdo sí, cuando Jorge y Hada iban a la casa de mi mamá, en Villa Verdún y en Anaxágoras. Eran unas sobremesas llenas de juegos y risas. Y a los Olvera les gustaba hacer una que otra trampita.
Ahora, y antes de que el Jorge de siempre se ausentara, las arquitecturas, los paseos, las sobremesas, las trampitas Olvera, las rayuelas con estilo, quedaran en el recuerdo de un capitulo especial: El de mi tío Jorge García Olvera.
Luis Miguel
2 comentarios:
Ahorita me vino a la mente cómo cuando alguien así se va, de alguna manera cada quien tiene sus recuerdos y sus experiencias con esa persona. Y es triste cuando, como mencionas, la memoria te empieza a hacer bromas y te arrepientes de no haber guardado ciertos recuerdos en un cajón bueno, porque ahora ya se te perdieron y la otra persona que los tenía ya no está.
Y de alguna manera a través de esos recuerdos que sí recordamos, todos mantenemos una conexión con Jorge, de alguna manera cada quien mantiene aquí un pedacito de lo que él fue, tratando de construirlo por completo de nuevo.
jvr: ¿Tú tienes recuerdos de él? sería bueno que los escribieras, no? Saludos.
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