Para empezar a escribir sobre el tema de la navidad, independientemente de su significado religioso, me gustaría abarcar el punto, de lo que para cada uno de nosotros ha significado y significa la parte mágica de la navidad. No sé y con temor a equivocarme, podría decir que no hay experiencia más bella en la infancia que la navidad. Yo sé que hay niños que no tienen recursos y que el 25 de Diciembre y el 6 de Enero son días comunes, uno más de tantos, en donde lo único que hay en sus vidas es carencias, pero sin tocar ese tema, insisto, no hay experiencia comparable con la de los niños que esperan ansiosos la llegada de Santa Clos (el niño dios) o los Reyes Magos.
Hagamos un ejercicio mental, vayamos a nuestra infancia, y bueno los niños que estén leyendo este post (que metiches) simplemente vívanlo, pero los adultos, jóvenes y adultos mayores regresemos a esos años en donde nuestra mente y corazón infantil esperaban ansiosos la llegada de los obsequios, de esos tan queridos personajes navideños. Yo recuerdo que lo primero que nos decían nuestros papás es que teníamos que hacer una cartita…
Querido Santa:
Como tú lo saves todo y lo vez todo, no te puedo mentir: ¡No me eportado muy vien! Mi hermana y yo nos peleamos mucho, a mi mamá no la ovedesco y se enoja conmigo, mi cuarto lo tengo muy tirado y me da mucha flojera ir a la escuela. Como ves no soy un niño de exelencia pero como sé que tú lo perdonas todo, pues te prometo que para el próximo año ya me boy a portar vien.
Quiero que me traigas… XXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXX y XXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXX, más esto XXXXXXXXXXXXXXXXXX y éstos XXXXXXXX
y además XXXXXXXXXXX bla, bla, bla, bla, etc…
Te dejo unas galletas con un baso de leche porque me imagino que haz de venir ambriento. TQM
Después, algunos ataban la cartita en un globo de gas para que se elevara al cielo, algunos la ponían en el arbolito de navidad, otros simplemente la metíamos en el buzón de correos, otros se la daban a los papás para que fuera entregada a su final destinatario, en fin, muchos procedimientos para hacerles llegar nuestras peticiones.
Los días se nos hacía eternos, constantemente les preguntábamos a nuestros papás si ya era navidad, ¡TODAVÍA NOO!, contestaban, faltan 10, ó 5 o equis días… Por fin llegaba la ansiada fecha, (creo que era el día más largo de la historia). Recuerdo, con chance a equivocarme, que no tenía hambre en la cena, que lo único que esperaba era que todo se acabara, que todo mundo nos fuéramos a acostar para que Santa pudiera llegar. Es curioso, mis papás siempre nos decían que teníamos que irnos a dormir porque si no Santa no llegaría, no se por qué, pero nunca lo vi llegar, es más ni chimenea teníamos, no se como entraba a la casa. Yo me imagino que se materializaba junto con su costal de juguetes, lo único cierto es que el vaso con leche y las galletas desaparecían, señal de que Santa había estado ahí.
El sueño no llegaba y a veces bajábamos a ver si Santa había traído ya los juguetes, (con un fuerte regaño si nuestros papás nos cachaban), hasta que por fin cerrábamos los ojos… En la mañana muy temprano, íbamos por los hermanos para juntos bajar al arbolito. Y por fin: EL MOMENTO MAGICO ESTABA ANTE NUESTROS OJOS. Nuestros corazoncitos brincaban y con nuestras manos arrancábamos enérgicamente el papel navideño de las cajas. Se oían gritos de emoción, ¡MIRA, SI ME TRAJO LO QUE LE PEDÍ!, porque eso sí, que frustración cuando nos traía otra cosa. Si le habíamos pedido una bicicleta y nos traía ropa, ¡QUE HORROR! Una vez visto lo que nos había traído, veíamos lo de los demás. Claro, con tanto grito, despertábamos a los papás. ¡MAMA!, ¡PAPA!, ¡MIRA LO QUE NOS TRAJO SANTA CLOS! En realidad lo más importante es el ingrediente de la magia y no los obsequios. La forma en que CREIAMOS que las cosas se daban. Por ejemplo podíamos comparar los regalos que nos daban nuestros parientes a los que nos dejaba Santa, y no era lo mismo. Creíamos y podíamos jurar que Santa Clos era real, porque lo hacíamos real en nuestra mente. Convertíamos una creencia en realidad, cargada de energía y realismo mágico. Eso es lo que importa.
No hay placer más grande en la vida que ver las caritas emocionadas de los niños abriendo sus regalos. En otro extremo, hay adultos que no tienen hijos ó que simplemente han perdido su capacidad de admiración y de asombro, su capacidad de tocar a su niño interior. ¡Que hueva me dan! (perdón por la expresión, pero queda exacta para la emoción que siento). Bueno llegamos al punto que quería llegar: Los niños son incompatibles con esos adultos o viceversa. NO DEBERÍAN EXISTIR NAVIDADES ENTRE NIÑOS Y ADULTOS INSENSIBLES. Este tipo de especímenes sólo deberían juntarse entre ellos, para hacer lo que sólo saben hacer: beber, comer y chingar.
Por eso insisto: LAS NAVIDADES SON DE Y PARA LOS NIÑOS y los adultos que no han perdido sensibilidad y disfrutan y aprenden de los niños.
Sólo me resta compartirles una imagen del tema:
Los niños ya quieren abrir los regalos que se encuentran alrededor del árbol, unos hasta husmean las etiquetas, pero primero se tiene que cenar. Chin y más chin decían los niños. Cenando muy despacio y tantos ricos platillos tenían que acabar TODOS para poder proceder a abrir los regalos. ¿Ya podemos abrir los regalos?, Nooooo, hasta que acabe tu tío Pepe. El tío Pepe era muy solidario con los niños y cuando oyó eso, escondió rápidamente el plato debajo de la mesa y les hizo señas a los niños. ¿Ahora sí ya podemos abrirlos, ya acabaron todos? Nooooo, se oyó una voz, falta el postre, el cafecito y un borracho de la esquina preguntó: ¿Y no gustan un aperitivo?...
Sólo restó al tío Pepe gritar decididamente: ¡QUE ADULTOS TAN MAMONES!
Dios los bendiga, feliz navidad.
Hagamos un ejercicio mental, vayamos a nuestra infancia, y bueno los niños que estén leyendo este post (que metiches) simplemente vívanlo, pero los adultos, jóvenes y adultos mayores regresemos a esos años en donde nuestra mente y corazón infantil esperaban ansiosos la llegada de los obsequios, de esos tan queridos personajes navideños. Yo recuerdo que lo primero que nos decían nuestros papás es que teníamos que hacer una cartita…
Querido Santa:
Como tú lo saves todo y lo vez todo, no te puedo mentir: ¡No me eportado muy vien! Mi hermana y yo nos peleamos mucho, a mi mamá no la ovedesco y se enoja conmigo, mi cuarto lo tengo muy tirado y me da mucha flojera ir a la escuela. Como ves no soy un niño de exelencia pero como sé que tú lo perdonas todo, pues te prometo que para el próximo año ya me boy a portar vien.
Quiero que me traigas… XXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXX y XXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXX, más esto XXXXXXXXXXXXXXXXXX y éstos XXXXXXXX
y además XXXXXXXXXXX bla, bla, bla, bla, etc…
Te dejo unas galletas con un baso de leche porque me imagino que haz de venir ambriento. TQM
Después, algunos ataban la cartita en un globo de gas para que se elevara al cielo, algunos la ponían en el arbolito de navidad, otros simplemente la metíamos en el buzón de correos, otros se la daban a los papás para que fuera entregada a su final destinatario, en fin, muchos procedimientos para hacerles llegar nuestras peticiones.
Los días se nos hacía eternos, constantemente les preguntábamos a nuestros papás si ya era navidad, ¡TODAVÍA NOO!, contestaban, faltan 10, ó 5 o equis días… Por fin llegaba la ansiada fecha, (creo que era el día más largo de la historia). Recuerdo, con chance a equivocarme, que no tenía hambre en la cena, que lo único que esperaba era que todo se acabara, que todo mundo nos fuéramos a acostar para que Santa pudiera llegar. Es curioso, mis papás siempre nos decían que teníamos que irnos a dormir porque si no Santa no llegaría, no se por qué, pero nunca lo vi llegar, es más ni chimenea teníamos, no se como entraba a la casa. Yo me imagino que se materializaba junto con su costal de juguetes, lo único cierto es que el vaso con leche y las galletas desaparecían, señal de que Santa había estado ahí.
El sueño no llegaba y a veces bajábamos a ver si Santa había traído ya los juguetes, (con un fuerte regaño si nuestros papás nos cachaban), hasta que por fin cerrábamos los ojos… En la mañana muy temprano, íbamos por los hermanos para juntos bajar al arbolito. Y por fin: EL MOMENTO MAGICO ESTABA ANTE NUESTROS OJOS. Nuestros corazoncitos brincaban y con nuestras manos arrancábamos enérgicamente el papel navideño de las cajas. Se oían gritos de emoción, ¡MIRA, SI ME TRAJO LO QUE LE PEDÍ!, porque eso sí, que frustración cuando nos traía otra cosa. Si le habíamos pedido una bicicleta y nos traía ropa, ¡QUE HORROR! Una vez visto lo que nos había traído, veíamos lo de los demás. Claro, con tanto grito, despertábamos a los papás. ¡MAMA!, ¡PAPA!, ¡MIRA LO QUE NOS TRAJO SANTA CLOS! En realidad lo más importante es el ingrediente de la magia y no los obsequios. La forma en que CREIAMOS que las cosas se daban. Por ejemplo podíamos comparar los regalos que nos daban nuestros parientes a los que nos dejaba Santa, y no era lo mismo. Creíamos y podíamos jurar que Santa Clos era real, porque lo hacíamos real en nuestra mente. Convertíamos una creencia en realidad, cargada de energía y realismo mágico. Eso es lo que importa.
No hay placer más grande en la vida que ver las caritas emocionadas de los niños abriendo sus regalos. En otro extremo, hay adultos que no tienen hijos ó que simplemente han perdido su capacidad de admiración y de asombro, su capacidad de tocar a su niño interior. ¡Que hueva me dan! (perdón por la expresión, pero queda exacta para la emoción que siento). Bueno llegamos al punto que quería llegar: Los niños son incompatibles con esos adultos o viceversa. NO DEBERÍAN EXISTIR NAVIDADES ENTRE NIÑOS Y ADULTOS INSENSIBLES. Este tipo de especímenes sólo deberían juntarse entre ellos, para hacer lo que sólo saben hacer: beber, comer y chingar.
Por eso insisto: LAS NAVIDADES SON DE Y PARA LOS NIÑOS y los adultos que no han perdido sensibilidad y disfrutan y aprenden de los niños.
Sólo me resta compartirles una imagen del tema:
Los niños ya quieren abrir los regalos que se encuentran alrededor del árbol, unos hasta husmean las etiquetas, pero primero se tiene que cenar. Chin y más chin decían los niños. Cenando muy despacio y tantos ricos platillos tenían que acabar TODOS para poder proceder a abrir los regalos. ¿Ya podemos abrir los regalos?, Nooooo, hasta que acabe tu tío Pepe. El tío Pepe era muy solidario con los niños y cuando oyó eso, escondió rápidamente el plato debajo de la mesa y les hizo señas a los niños. ¿Ahora sí ya podemos abrirlos, ya acabaron todos? Nooooo, se oyó una voz, falta el postre, el cafecito y un borracho de la esquina preguntó: ¿Y no gustan un aperitivo?...
Sólo restó al tío Pepe gritar decididamente: ¡QUE ADULTOS TAN MAMONES!
Dios los bendiga, feliz navidad.
1 comentario:
Uno de los recuerdos más dulces que tengo de mi papá es cuando yo tenía 8 años y mis hermanas se burlaban de mí porque todavía creía en Santa Claus (la verdad es que sabía que no existía literalmente, pero no quería dejar de creer en él). Mi papá abrió un libro y empezó a leernos la carta de "Sí, Virginia,Santa Claus existe".
http://www.solonosotras.com/especiales/navi-santa_edit.htm
Y les echó a mis hermanas una mirada que les decía, sin palabras, que ya no iban a hablar mal de Santa Claus.
Como dice la canción: If you don't believe in Santa Claus, he won't believe in you!
¡Feliz Navidad, Matus!
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