¿Se acuerdan mis queridos lectores imaginarios que en mi último post les conté acerca de una viejita que no quiso participar e instigó a varias a no entrar al taller? Pues ahora y aún sin ellas, la sesión pasada fue alegremente rememorativa.
Si, nos fuimos directamente a los recuerdos. Mis alumnas no se acordarán de lo que hicieron en la mañana, pero… son expertas de lo que vivieron hace muchos, muchos años atrás.
Y los papelitos empezaron a pasar. El primero decía:
¿Te acuerdas cuando zurcían las medias?
¡Claro, como no! dijo la viejita en turno. Con un vaso, una aguja, expertes y buena vista, había personas que se dedicaban a arreglar las medias.
¿Con un vaso? Levante la voz, ¿No lo hacía con un huevo?
No, me contestó sonriendo burlonamente por mi ignorancia. Con un huevo, que regularmente eran de madera o de mármol, se zurcían los calcetines.
Cierto, corregí sonrojado.
Y prosiguió su cátedra sobre el zurcido… Antes, las medias eran muy costosas y no las hacían de “useseytirese” como las de ahora.
Un nuevo comentario entró al ruedo de otra participante:
…me acuerdo de la raya de atrás de las medias.
¡Uy!, dije para mis adentros recuerdos lujuriosos, esto si que se está poniendo bueno.
Estas rayas se pintaban en la parte posterior de las piernas.
¡Cómo! Volví a levantar la voz, ¿Qué no eran parte de las medias?
No, me dijo la viejita. Con mucho cuidado se pintaban con un pequeño pincel.
Yo quiero ser pintor, pensé, continuando con mi desatada lujuria interna.
Antes, inquirió otra senil participante, no había pantimedias, las medias de sujetaban a una liga o liguero.
Síganle, síganle, queridas expertas en zurcidos.
Y de pronto, mi compañera gerontóloga sacó la segunda tarjeta.
¡No me hagas eso, por favor!, no me cortes la inspiración, me dije a mi mismo.
¿Te acuerdas de los tranvías de antes? Se le preguntó a la segunda participante.
Claro, unos venían del centro, otras iban a Mixcoac, recuerdo que eran muy ruidosos.
Interrumpió un caballero participante: Recuerdo que me iba de mosca en la parte trasera de los tranvías y cuando se percataban de mi presencia, me golpeaban los nudillos para que me soltara.
¿Con el tranvía andando?, le pregunte.
Claro, éramos tremendos de chamacos.
Corregí mi preocupación, por el daño que se pudieran causar con esa caída, porque me imaginé que la velocidad de esos tranvías no era la misma que la del tren bala. Ji, Ji, reí socarronamente para mí.
Una alumna un poco más senil que las otras, agregó: Y también había tranvía de mulitas.
Que tierno comentario pensé, casi ya llegamos a los comienzos del mil novecientos. ¡Que viaje imaginario tan ilustrativo!
Y vino la tercera tarjeta.
¿Te acuerdas de las avenidas con camellón?
Y los comentarios entraron a tropel. Si recuerdo la de Cuauhtémoc. La de Bucarelli, la de Reforma, la de Coyoacán.
Y otra más: ¿Se acuerdan del Regente Uruchurtu?
Y más: ¿Se acuerdan de las serenatas?
Y el suspiro de las damas no se hizo esperar.
¡Siiiii!, me acuerdo de mi primer novio, de las serenatas que me llevaba mi esposo, que en paz descanse, que románticas eran. Y a sus caritas se les iluminaron amplias sonrisas.
…“Despierta, dulce amor de mi vida…”. Largo rato nos quedamos con esos recuerdos. Unas lo hacían participe, otras sólo lo lloraban, las menos, se quedaban mudas pensando en aquellos tiempos…
Y la hora llegó a su fin. Los recuerdos volverían a guardarse en la lúcida memoria longeva de los protagonistas. Las lágrimas intrusas se irían a dormir, para dejarle paso nuevamente a los silencios, a la rutina, a la realidad presente de los olvidos…
Si, nos fuimos directamente a los recuerdos. Mis alumnas no se acordarán de lo que hicieron en la mañana, pero… son expertas de lo que vivieron hace muchos, muchos años atrás.
Y los papelitos empezaron a pasar. El primero decía:
¿Te acuerdas cuando zurcían las medias?
¡Claro, como no! dijo la viejita en turno. Con un vaso, una aguja, expertes y buena vista, había personas que se dedicaban a arreglar las medias.
¿Con un vaso? Levante la voz, ¿No lo hacía con un huevo?
No, me contestó sonriendo burlonamente por mi ignorancia. Con un huevo, que regularmente eran de madera o de mármol, se zurcían los calcetines.
Cierto, corregí sonrojado.
Y prosiguió su cátedra sobre el zurcido… Antes, las medias eran muy costosas y no las hacían de “useseytirese” como las de ahora.
Un nuevo comentario entró al ruedo de otra participante:
…me acuerdo de la raya de atrás de las medias.
¡Uy!, dije para mis adentros recuerdos lujuriosos, esto si que se está poniendo bueno.
Estas rayas se pintaban en la parte posterior de las piernas.
¡Cómo! Volví a levantar la voz, ¿Qué no eran parte de las medias?
No, me dijo la viejita. Con mucho cuidado se pintaban con un pequeño pincel.
Yo quiero ser pintor, pensé, continuando con mi desatada lujuria interna.
Antes, inquirió otra senil participante, no había pantimedias, las medias de sujetaban a una liga o liguero.
Síganle, síganle, queridas expertas en zurcidos.
Y de pronto, mi compañera gerontóloga sacó la segunda tarjeta.
¡No me hagas eso, por favor!, no me cortes la inspiración, me dije a mi mismo.
¿Te acuerdas de los tranvías de antes? Se le preguntó a la segunda participante.
Claro, unos venían del centro, otras iban a Mixcoac, recuerdo que eran muy ruidosos.
Interrumpió un caballero participante: Recuerdo que me iba de mosca en la parte trasera de los tranvías y cuando se percataban de mi presencia, me golpeaban los nudillos para que me soltara.
¿Con el tranvía andando?, le pregunte.
Claro, éramos tremendos de chamacos.
Corregí mi preocupación, por el daño que se pudieran causar con esa caída, porque me imaginé que la velocidad de esos tranvías no era la misma que la del tren bala. Ji, Ji, reí socarronamente para mí.
Una alumna un poco más senil que las otras, agregó: Y también había tranvía de mulitas.
Que tierno comentario pensé, casi ya llegamos a los comienzos del mil novecientos. ¡Que viaje imaginario tan ilustrativo!
Y vino la tercera tarjeta.
¿Te acuerdas de las avenidas con camellón?
Y los comentarios entraron a tropel. Si recuerdo la de Cuauhtémoc. La de Bucarelli, la de Reforma, la de Coyoacán.
Y otra más: ¿Se acuerdan del Regente Uruchurtu?
Y más: ¿Se acuerdan de las serenatas?
Y el suspiro de las damas no se hizo esperar.
¡Siiiii!, me acuerdo de mi primer novio, de las serenatas que me llevaba mi esposo, que en paz descanse, que románticas eran. Y a sus caritas se les iluminaron amplias sonrisas.
…“Despierta, dulce amor de mi vida…”. Largo rato nos quedamos con esos recuerdos. Unas lo hacían participe, otras sólo lo lloraban, las menos, se quedaban mudas pensando en aquellos tiempos…
Y la hora llegó a su fin. Los recuerdos volverían a guardarse en la lúcida memoria longeva de los protagonistas. Las lágrimas intrusas se irían a dormir, para dejarle paso nuevamente a los silencios, a la rutina, a la realidad presente de los olvidos…
3 comentarios:
Qué interesante debe ser escuchar todas esas anécdotas.
Uruchurtu? Cuando me enseñaban historia en la escuela, nunca me gustó.. pero creo que era porque era muy impersonal. Me imagino que reconstruir la historia a través de anécdotas personales debe ser mucho más interesante...
Jvr: efectivamente es muy interesante escucharlos el hablar de sus historias. Saludos
Acabas de hablar del secreto de la historia Javier. Esa es la verdadera historia. La mayoría tuvimos maestros malísimos.
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