Son los que deambulan dormidos por los pasillos fríos de un albergue ajeno. Los que duermen despiertos en la antesala de los sueños añejos. ¡Ya que importa!, si es lo mismo el día que la noche. Que sea lunes o viernes o fin de semana. Que coman o dejen de comer, ¡que importa!, creo que los sabores han envejecido con ellos o murieron en los sueños insípidos de la noche. Que estén acostados, sentados o de pie, ¡que importa!, si sus cuerpos son ahora zombis intrusos, que al parecer ganaron la batalla. Que los pongan frente al televisor, aunque a veces o siempre, este no sirva, no importa, ya que sus ciegos ojos sólo ven sus recuerdos y a ratos o casi todo el tiempo, ni esos ven.
Esos, que ya fallecieron, pero que nadie se los dijo y continúan ajenos a la vida. Ya no sé si las tristezas los invaden a ellos, o ellos invaden las tristezas de los demás. Esos, envueltos en rutinas aburridas, donde siempre es lo mismo: siempre ellos representando su interminable final.
Esos que ya no conocen ni lágrimas y risas, ni siquiera una leve sonrisa. Con mirada perdida en el mundo de la nada, ajenos, distantes, muertos en vida quizá.
Pero, ¿qué pasa si los interrumpo de su letargo y les acaricio la mejilla? y a su oído les susurro palabras de consuelo. ¿Qué pasa si me atrevo a darles un abrazo cálido y paternal? ¿Qué pasa si no los trato como a idiotas seniles y les regreso su dignidad? ¿Qué pasa si los despierto de su mundo invernal y los regreso a la primavera de sus vidas?
Creo que dejarán la muerte prematura y despertarán como de un mal sueño, de una pesadilla que los hizo prisioneros de sus tristezas. Y volverán a sonreír. Y nuevamente les brotarán lágrimas viejas y se refugiarán en sus recuerdos protectores de su infortunio.
Y con este renacer estarán listos para morir como se debe: a tiempo y con alegría. Estarán preparados para sonreírle a la muerte y el miedo morirá también con ellos. No importará que sólo falten unos días o quizás años para terminar, porque volverán a ellos y recuperarán la oportunidad de cerrar su ciclo.
Eso creo que vale la pena. No importa que sus mentes se hayan ido antes, creo sólo que su alma está dormida y cansada.
Tomémosles pues de las manos y caminemos con ellos su último viaje, es posible que también sea el nuestro.
Luis Miguel García
Esos, que ya fallecieron, pero que nadie se los dijo y continúan ajenos a la vida. Ya no sé si las tristezas los invaden a ellos, o ellos invaden las tristezas de los demás. Esos, envueltos en rutinas aburridas, donde siempre es lo mismo: siempre ellos representando su interminable final.
Esos que ya no conocen ni lágrimas y risas, ni siquiera una leve sonrisa. Con mirada perdida en el mundo de la nada, ajenos, distantes, muertos en vida quizá.
Pero, ¿qué pasa si los interrumpo de su letargo y les acaricio la mejilla? y a su oído les susurro palabras de consuelo. ¿Qué pasa si me atrevo a darles un abrazo cálido y paternal? ¿Qué pasa si no los trato como a idiotas seniles y les regreso su dignidad? ¿Qué pasa si los despierto de su mundo invernal y los regreso a la primavera de sus vidas?
Creo que dejarán la muerte prematura y despertarán como de un mal sueño, de una pesadilla que los hizo prisioneros de sus tristezas. Y volverán a sonreír. Y nuevamente les brotarán lágrimas viejas y se refugiarán en sus recuerdos protectores de su infortunio.
Y con este renacer estarán listos para morir como se debe: a tiempo y con alegría. Estarán preparados para sonreírle a la muerte y el miedo morirá también con ellos. No importará que sólo falten unos días o quizás años para terminar, porque volverán a ellos y recuperarán la oportunidad de cerrar su ciclo.
Eso creo que vale la pena. No importa que sus mentes se hayan ido antes, creo sólo que su alma está dormida y cansada.
Tomémosles pues de las manos y caminemos con ellos su último viaje, es posible que también sea el nuestro.
Luis Miguel García
3 comentarios:
De repente me puse a pensar y se me ocurrió que la tristeza de los viejos es más profunda. Es una tristeza callada, resignada, pero no por ello menos dolorosa.
No sé si se aferran a la vida y si ya ni el aferrarse les importa.
Tengo mucho que pensar sobre eso.
Cuánta razón tienes... muchas veces no tomamos en cuenta a nuestros viejos.
Por eso te voy a abrazar más seguido tío.
Ninja: Cuando sea viejo quiero ser tan joven como tú.
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