domingo, 21 de octubre de 2012

Los andares de Miguel Matus

Era la una y veinte del 19 de Octubre del 2012 cuando llegue a casa y ya me estaban esperando con el encargo. Salude rápidamente, y lo primero que hice fue tomarlo en mis brazos. Me quede unos minutos mirándolo, yo diría con amor. Lo revise cuidadosamente para ver que no le faltara nada de los últimos cambios que le mande  hacer. No lo podía creer, no dejaba de platicarle con mis ojos incrédulos lo emocionado que estaba. Nunca había experimentado esa emoción, el tiempo se detuvo, había un silencio que me ayudaba a fijar mi interés sólo en él. Me quede absorto y con ganas de llorar, porque había otras sensaciones ajenas a las lágrimas que me distraían. Una fue la sensación de satisfacción por lo logrado, la otra un agradecimiento también por lo realizado, pero había incredulidad por un sueño alcanzado.

Con su llegada se abría un mundo mágico de nuevas expectativas, una nueva forma de comunicación para inventar eventos, acercamientos con los demás, lenguaje que habla de amores e historias tiernas, a veces hasta dolientes y longevas. Una energía vivaz que brinca de emoción, un cuenta cuentos que distrae tristezas y plantea viajes a la infancia de los recuerdos. Una constante ojeada interminable que lo veía todo, deteniéndose a ratos en sitios de especial interés.

Ese viernes fue la culminación de un proyecto, de una aventura que comenzó como un juego en el 2008 y terminó de un embarazo de alto riesgo, no precisamente por la edad, sino por el descubrimiento del alma personal que a veces suele no  entenderse. Es plasmar un quién eres, desnudarte por completo para que sepan tus sentimientos, tus secretos, tus verdades y hasta a veces tus locuras.

Fue en su última etapa, un viaje al mundo editorial que para mi había sido desconocido,  resultando todo bellamente  - más que placentero – un éxtasis. Solo eso te llevas de la vida, experiencias que algunas veces fueron, solo tan ligeras como un saludo y otras tan intensas, tanto como un mar embravecido de olas delirantes. No dejes que la vida se vaya sin atreverse a vivirla. ¡Que duele!, claro que duele, pero después ni cicatriz deja. Atreverse a amar, dejar en la memoria del alma un beso apasionado que no se olvidará jamás. Hacer el amor mirando unos ojos enamorados, reflejados con la luz de la luna intrusa.

Atreverse a concebir un hijo, realizar un viaje, crear un proyecto. Atreverse a mirar de frente el alma y olvidar los fantasmas que no fueron tan reales como las mismas fantasías. Atreverse a vivir, tan solo eso, atreverse a vivir.

Gracias a éstos “Los andares de Miguel Matus” que me dan la oportunidad de sentirme vivo, de haber plasmado una parte de mí en un pedazo de papel y que tal vez con el tiempo, termine arrumbado en un librero junto con Saramago, Eduardo Galeano, Carlos Castaneda, Enrique Barrios, Eckhart Tolle y muchos  otros más.                    

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