jueves, 13 de mayo de 2010

La Caja de Pandora







Tarde lluviosa ideal para disfrutar de una película en casa de la tía Concha. Muchos de ustedes saben que la tía Concha es la de los “Juevebes”. Mi viejita favorita que pronto cumplirá noventa años. Hoy le lleve una película turca titulada: La “Caja de Pandora” de Yesim Ustaoglu, ganadora en el Festival de San Sebastian de La Concha de Oro como mejor película y de la Concha de Plata como mejor actriz.

Empieza en una aldea montañosa cerca de la costa del Mar Negro. Una casa rústica, desordenada, alejada de todos, cuya moradora vive sola y su Alzheimer. Ese mal que le ha quitado todo, o casi todo, menos el amor de su montaña, su vecina entrañable.

Un día, como suele suceder en esta enfermedad, se sale de su casa y se pierde. Su desaparición es sabida por sus tres hijos que emprender su búsqueda. La encuentran vagando por el puerto, como zombie, orientada solamente por su pasado. Los hijos no sólo la hallan a ella, sino también a la Caja de Pandora, en donde el Alzheimer ha liberado una tensión entre ellos, desatando una tremenda batalla con la realidad de su vieja y enferma madre.

¿Qué hacer con ella? No la pueden ya dejar sola, se perdería nuevamente, es más, ha llegado el grado de no contener sus esfínteres, no sabe comer sola, a veces agrede y golpea a los demás y se deprime en la soledad de su vacío. Cada hijo se enfrenta desde su personal visión al problema. Se pelean entre ellos, se insultan y tratan de zafarse de la tremenda responsabilidad. ¿Quién tendrá que aguantarla?

Se pasa de casa en casa, extrañando sus espacios, desconociendo los afectos obligados en su cuidado. Un día, por irresponsabilidad de una de sus hijas, llega a una casa en donde conoce a un nieto que ha estado desaparecido. Un adolescente que huye de sus padres. El encuentro entre el joven y la abuela enferma se da sin obligaciones parentales, sin lástimas obligadas, sin caridad forzada, es sólo eso, un encuentro entre una anciana indefensa que la vida le quito lo que era suyo: su conciencia, una solitaria mujer que en su vejez despierta ternura y un joven solitario que no tiene más “formación” que su sentido común adolescente.

El nieto entra al mundo del Alzheimer de su abuela, la entiende, la acompaña en sus viajes imaginarios, le tiene toda la paciencia del mundo, la empieza a querer, como se quiere a los desvalidos cercanos.

Un día, los hijos deciden internar a su madre en una especie de asilo para enfermos con Alzheimer. Se le ve a la anciana sola en el jardín, deambulando sin prisa, sin amores, sin nada que la sostenga en su realidad inútil.

El nieto se entera de su reclusión y va por ella. La rapta del nosocomio y se la lleva a su rústica cabaña, desordenada y alejada de todos. Una escena tierna es cuando el nieto se le ve lavando los calzones sucios de su abuela.

La abuela vive en su silencio obligado y solo observa, observa su vecina la montaña amiga. El nieto lo sabe y es por eso que un día al despertar y no encontrar a la anciana, sale al bosque en su búsqueda. La ve a lo lejos subiendo despacio la montaña y la deja ir, para ya no buscarla más, porque ha vencido su Alzheimer en la locura inconciente del encuentro con su amiga la montaña.

5 comentarios:

silvestre dijo...

Cruda la película y muy bien tu comentario. ¿Cómo la percibió Concha?

Miguel Matus dijo...

Silvestre: Por eso me gusta ver películas con ella, tiene amplio criterio. Saludos

Patita dijo...

Creo yo que peor que morir, es que muera tu esencia misma; que de pronto la película que has estado produciendo y dirigiendo a partir de la señal de: Listo, cámara, acción, y tu debut en este mundo sufra una falla tal que borre todo aquel vestigio, que hasta entonces fue la historia de un ser humano, es el peor agravio que te puede hacer la vida. Mientras se tiene memoria, se aprende, se disfruta, se yerra, se ama, se desama…precisamente porque la memoria almacena todo aquello y nos permite recordar las funciones o eventos que nos han hecho felices o nos han hecho sufrir; que nos han puesto es la cúspide, o nos han hecho caer, pero también nos permiten aprender de las vivencias y en su momento levantarnos y seguir adelante. Cuando llega a sufrirse ese fatal deterioro irreversible y progresivo de neuronas, ya tan comúnmente conocido como Alzheimer, en ese momento se produce la muerte verdadera. ¡Se acabó! ¡No hay más! Tu rollo se veló y todo su contenido se quedó flotando en la nada.

Miguel Matus dijo...

Patita:Me gustó tu áltima frase: "Tu rollo se veló y todo su contenido se quedó flotando en la nada" Coincido contigo, ha de ser horrible.¡Tocamos madera!

Gringa Vieja dijo...

Buscaré la película ~ gracias por la reflexión. Y a Patita, su comentario, que capta poeticamente lo que muchos sentimos cuando pensamos del Alzheimer y las pérdidas que vienen con él. Parece que en mi familia inmediata tenemos suerte genética en cuanto a esto de Alzheimer, pero uno nunca sabe.

Todo esto me hace preguntarme: ¿Qué es nuestra verdadera esencia? Por un lado coincido con Patita, pero por otro creo que nuestra esencia va más allá de nuestros intelectos. Pensando de tu descripción de la película: algo de la abuelita tocó profundamente al nieto. ¿No será eso su esencia, ahora mostrandose por su alma en vez de su mente?

Me interesan mucho estas preguntas, pero como uds., toco madera!