viernes, 28 de mayo de 2010

Hoy Sebastián se comunico conmigo


Hace dos meses exactamente, un 28 de Marzo escribí un post que intitule: “Casi un Luis Miguel III, Sebastián I”. Traté los cuatro momentos importantes que ha pasado mi nieto Sebastián. Recordarán que el primero fue cuando supe que mi nuera estaba embarazada (su concepción y principio). El segundo cuando supimos que era niño (su definición genérica), y el tercero cuando nació, un 20 de Marzo.

Pero faltaba el cuarto momento, el momento cuando empieza a comunicarse con los demás, a través de su mirada, con una sonrisa quizás. El ya no ver a un bebé inerte, vago, vacío tal vez. Claro era cuestión de tiempo, no de esencia. Este bebé ya se está llenando de persona y sólo le bastaron dos meses para empezar a vivir su aventura, que le será propia por toda su vida.

Es como meterse en un cuerpecito que sólo responde a estímulos y sensaciones corporales básicas: O siente comodidad o incomodidad. Siente hambre, sed, esta sucio, tiene frío o calor, le falta apapacho, y lo manifiesta a través del llanto. Pide que se le atienda porque él sólo no puede.

Dirá que no sabe nada de cierto, sólo es un sentir. Es su hambre y su sed que cambian cuando su boca succiona el calostro de su madre. Es su suciedad que le incomoda. Es su soledad que se transforma cuando oye la voz de su madre y siente cercano su regazo, es sólo eso lo que siente nomás, puro sentir sin cuestionar.

Pero ya está listo. Sus ojos empiezan a ver lo concreto, sus sentidos le avisan cuando mamá le habla tiernamente y empieza a distinguir las diferentes ternuras que lo rodean. Desde los muy cercanos, repetitivos y permanentes voces de mamá y papá hasta los demás, que sin dejar de ser tiernos, algunos son ajenos y distantes.

Hoy, 28 de mayo de 2010 tuve mi primera charla con mi nieto Sebastián de tan sólo dos meses y fue…extraordinaria. Fue sorprendentemente bella. Nos hablamos con las miradas y las sonrisas nos acercaron. La telepatía nos mantuvo ocupados un rato y las historias y sensaciones fueron y vinieron. No importaba su contenido, nos comunicábamos de iguales y nuestra sintonía terminaba divertida.

Ya empezó el cuarto momento de muchos que faltan por venir y quiero estar presente para ser testigo de la historia de Sebastián.

Afectuosamente, su abuelo Micky

miércoles, 26 de mayo de 2010

¡Tu hija no puede hacerlo! Es tu responsabilidad


Antes era muy común tener muchos hijos, les estoy hablando de unas dos generaciones atrás, o sea, la de mis abuelos. Se acostumbraba casarse joven, la mujer como a los catorce o quince años y el hombre como a los veinte. Y como todavía no se inventaban los métodos anticonceptivos y la televisión no había llegado, pues las familias eran numerosas.

Mi abuela tuvo diez y seis hijos, imagínense ahora con dos, ya se hacen bolas. Claro que con muchos hijos la organización era muy diferente. Era como un equipo al cual no te preguntaban si querías participar, te lo imponían. Como la madre no se daba abasto para atender a tanto chamaco, las hijas mayores se hacían cargo de los que iban llegando. O sea, se convertían en co-mamás. Y entonces les tocaban de a dos o tres hijos putativos. Tenían la responsabilidad de vestirlos, darles de comer, bañarlos, hacer con ellos la tarea, y un sin fin de actividades más, aparte de vivir su vida.

Observen que estoy hablando de “LAS HIJAS”, acuérdense que antes la labor de crianza residía en las mujeres y efectivamente eran LAS MUJERES de la familia y no sólo la madre, las que se ocupaban de esto. Pero el tema de hoy no es la discriminación de la mujer, eso será tema de otro post, hoy hablaré de esa “responsabilidad compartida” de co-criar a los “hermanos-hijos”, aunque aparentemente lo hacían con gusto. Claro que lo único que no podían hacer era amamantarlos, ¡sólo eso les faltaba! No estoy muy seguro que lo hicieran con gusto, pero en esos tiempos la desobediencia era un pecado. Como que los “traumas” de los hijos son de estos tiempos, antes “no pasaba nada”. ¡Falso de toda falsedad!

Ese es precisamente el tema de hoy. Solo los padres son los responsables de los hijos y no los hijos de sus hermanos menores. Por dos importantes razones: Porque no tienen edad para hacerlo y al no tener edad o no estar preparadas para ello, no pueden decidir hacerlo. Yo sé que la madre de ahora trabaja y no puede cuidar de los hijos, pero que culpa tiene la primogénita de esto. No planificamos nuestra vida, la vivimos al ¡hay se va! y perjudicamos principalmente a nuestros hijos.

Esa frase odiosa: ¡Cuida a tu hermanito!, pero no es: Cuida a tu hermanito cinco minutos, sino cuídalo todo el tiempo hasta que cumpla 15 años. ¡NO SE VALE MAMAS!, claro y también ¡NO SE VALES PAPAS! Eso es inconsciencia. Los niños tienen que vivir su etapa infantil sin responsabilidades que NO les corresponden. Claro que con el tiempo les vamos enseñando a hacerse responsables, de: levantar sus juguetes, lavarse los dientes, tender su cama, hacer su tarea, y otras más. Pero “no nos hagamos”, saben de qué estoy hablando.

Quiero mostrarles una escena: Un fin de semana, la “bonita familia” en casa de los compadres que tienen una alberca. Los papás a los que me refiero tienen dos hijos: una niña de 12 y un niño de 7. Quiero que quede claro que estamos hablando de un fin de semana, ¡ojo! La niña ya cuido a su hermanito TODA LA SEMANA porque claro, los papás trabajan, ¿pobrecitos no? Volvamos a la escena:
¡Fulanita!, ¿dónde esta tu hermanito? ¡TE DIJE QUE LO CUIDARAS!,
¡Zopas! El golpe en la cabeza.
-Pero mamá estoy con mis amigas.
-Puedes hacer las dos cosas, ¡Hay de ti si le pasa algo! No ves que estoy ocupada con la comadre jugando cartas (exagere un poco).

¡Fulanita! ¿Ya le diste de comer a tu hermanito?
¿Yo por qué?
¡Zopas! Una cachetada.
-Pero papá, ¿Qué no lo puede hacer mi mamá?
¡Zopas! Un coscorrón.
- Irrespetuosa, no ves que tu mamá está ocupada. Eres una inconsciente, tu madre trabaja como burra para darles todo. Ayúdala, aunque sea un poco (ja ja risas de escritor).

-¡Pinche papá, muérete desgraciado! (comentario imaginado de la niña de 12 años – esto es un proceso de ira que va creciendo, con consecuencias funestas.

¿Creen que exagero?, Si es así dejen de leer este post, no se vayan a traumar. Si están de acuerdo conmigo, continuemos…

La niña durante doce años ha estado acumulando un coraje que se va a convertir en un sentimiento ambivalente entre amor y odio hacia sus padres y de paso hacia su hermanito. Pero claro, no sabe cómo manejarlo. Es muy probable que a muy temprana edad se embarace para salirse de su casa, que ya no aguanta. Es probable que quiera huir de su realidad con drogas, o con alcohol, que su desempeño escolar sea muy bajo, porque su autoestima esta súper dañada por sus padres.

¡PADRES, SUS HIJAS NO PUEDES SER MAMAS DE SUS HERMANITOS, PORQUE CUANDO SEAN MADRES DE SUS PROPIOS HIJOS, USTEDES HARÁN CONSCIENTE SU ERROR Y YA SERÁ DEMASIADO TARDE!

jueves, 13 de mayo de 2010

La Caja de Pandora







Tarde lluviosa ideal para disfrutar de una película en casa de la tía Concha. Muchos de ustedes saben que la tía Concha es la de los “Juevebes”. Mi viejita favorita que pronto cumplirá noventa años. Hoy le lleve una película turca titulada: La “Caja de Pandora” de Yesim Ustaoglu, ganadora en el Festival de San Sebastian de La Concha de Oro como mejor película y de la Concha de Plata como mejor actriz.

Empieza en una aldea montañosa cerca de la costa del Mar Negro. Una casa rústica, desordenada, alejada de todos, cuya moradora vive sola y su Alzheimer. Ese mal que le ha quitado todo, o casi todo, menos el amor de su montaña, su vecina entrañable.

Un día, como suele suceder en esta enfermedad, se sale de su casa y se pierde. Su desaparición es sabida por sus tres hijos que emprender su búsqueda. La encuentran vagando por el puerto, como zombie, orientada solamente por su pasado. Los hijos no sólo la hallan a ella, sino también a la Caja de Pandora, en donde el Alzheimer ha liberado una tensión entre ellos, desatando una tremenda batalla con la realidad de su vieja y enferma madre.

¿Qué hacer con ella? No la pueden ya dejar sola, se perdería nuevamente, es más, ha llegado el grado de no contener sus esfínteres, no sabe comer sola, a veces agrede y golpea a los demás y se deprime en la soledad de su vacío. Cada hijo se enfrenta desde su personal visión al problema. Se pelean entre ellos, se insultan y tratan de zafarse de la tremenda responsabilidad. ¿Quién tendrá que aguantarla?

Se pasa de casa en casa, extrañando sus espacios, desconociendo los afectos obligados en su cuidado. Un día, por irresponsabilidad de una de sus hijas, llega a una casa en donde conoce a un nieto que ha estado desaparecido. Un adolescente que huye de sus padres. El encuentro entre el joven y la abuela enferma se da sin obligaciones parentales, sin lástimas obligadas, sin caridad forzada, es sólo eso, un encuentro entre una anciana indefensa que la vida le quito lo que era suyo: su conciencia, una solitaria mujer que en su vejez despierta ternura y un joven solitario que no tiene más “formación” que su sentido común adolescente.

El nieto entra al mundo del Alzheimer de su abuela, la entiende, la acompaña en sus viajes imaginarios, le tiene toda la paciencia del mundo, la empieza a querer, como se quiere a los desvalidos cercanos.

Un día, los hijos deciden internar a su madre en una especie de asilo para enfermos con Alzheimer. Se le ve a la anciana sola en el jardín, deambulando sin prisa, sin amores, sin nada que la sostenga en su realidad inútil.

El nieto se entera de su reclusión y va por ella. La rapta del nosocomio y se la lleva a su rústica cabaña, desordenada y alejada de todos. Una escena tierna es cuando el nieto se le ve lavando los calzones sucios de su abuela.

La abuela vive en su silencio obligado y solo observa, observa su vecina la montaña amiga. El nieto lo sabe y es por eso que un día al despertar y no encontrar a la anciana, sale al bosque en su búsqueda. La ve a lo lejos subiendo despacio la montaña y la deja ir, para ya no buscarla más, porque ha vencido su Alzheimer en la locura inconciente del encuentro con su amiga la montaña.