Si bien es cierto que de momento unos somos observadores y otros observados, hoy, sin proponérmelo, observe a ambos grupos. Claro que es un decir, porque no fue una observación fría, analítica y calculada, sino un estar sensitivo en la convivencia que hoy tuvimos la suerte de participar.
Once de mis mejores alumnas del INAPAM y yo, convivimos cerca de tres horas con niños y jóvenes down. Se formaron cuatro grupos: El primer grupo estaría en la cocina haciendo la comida, el segundo harían pastelillos y galletas, uno más jugaría haciendo manualidades y el último utilizaría títeres y realizaría actividades motrices.
Cada quién escogimos el grupo de nuestra preferencia. En la cocina, se enfrentaron con la joven chef down que daba las primeras inquisitivas indicaciones:
-¡Muéstrenme sus manos, guarden sus joyas: aretes, collares, relojes!, ¡pónganse el cubrebocas y esta malla para el cabello y a empezar se ha dicho!
-Si mi general, se oía en la mente silenciosa de cada una de las participantes.
Y empezaron a picar cebolla, jitomate, aceitunas y demás ingredientes a la vez que empezaron a conocer a sus nuevas jóvenes down de aventura. Se les veía que las chicas estaban realmente comprometidas con su tarea, una de ellas no tenía los rasgos físicos característicos de los down, aunque si mostraba una menor edad por sus actitudes infantiles.
En la parte culinaria las cosas fueron avanzando y la comida iba tomando forma, olor y sabor, así como la convivencia iba tomando satisfacción, descubrimiento y alegría.
El segundo grupo eran las reposteras, haciendo deliciosos fruitcakes, empaquetándolos en bolsas de celofán, amarradas con moñitos de colores. Había una chica down muy simpática, de unos 19 años, que nos contaba que tenía novio, que le gustaba mucho cantar y bailar, que por cierto nos hizo unos pasitos de Michael Jackson.
El tercer grupo trabajó con unos arbolitos de navidad a los cuales se les tenían que pegar figuritas y unas esferas para decorar. Los pequeños se veían felices, aunque uno de ellos se mostraba inquieto y no seguía las indicaciones de las pacientes educadoras visitantes, comiéndose a veces el resistol blanco. Otra de las pequeñas artistas down era una niña como de 7 años, un tanto delgada, que representaba toda la ternura posible que pueda existir en un ser humano. Abrazaba a una de las señoras y jugueteaba con los vistosos collares que ella llevaba. Al final consiguió que se los prestaran y al lucirlos, sus ojitos dibujaban su pequeña feminidad orgullosa. Esa niña lo decía todo con sus abrazos, con sus contactos, con esa mirada que no habla, sólo dice sus amores.
Con el último grupo empezamos con los títeres, los saludamos con canciones e invitamos a que ellos se los pusieran. Tal vez fue el grupo más difícil, casi no hablaban, algunos muy quedo, otros manifestaban poco control anímico y corporal. Procedimos a pasar al salón de juegos a movernos libremente. Algunas señoras se cansaron pronto pero al final las actividades mejoraron mucho.
Ya a punto del primer turno de comida de los más pequeños, la directora junto a todos en el comedor para realizar el cierre y despedida.
¿Qué aprendieron el día de hoy, señoras?
Hubo comentarios de algunas de ellas, pero más hablaba su mirada agradecida y satisfecha. Su actitud silenciosa que expresaba su sorpresa por haber podido dar. Al final, las caritas se iluminaron al recibir sus regalos que consistían en gorritos navideños y lindos muñecos de peluche. Ese momento fue el más emotivo, con sus intentos de risas, que no eran más que sonidos guturales frustrados, los pequeños down, nos regalaban un adiós agradecido.
Pero les decía al principio, que hay momentos en que nos toca observar y otros en ser observados, y sin bien es cierto que observamos a los pequeños down en su mundo, también me tocó observar a las bellas y tiernas señoras que se atrevieron a dar lo mejor de ellas: su compromiso con la humanidad, su ternura llena de experiencia, su belleza llena de feminidad.
Hoy se pudieron juntar dos ingredientes que son capaces de mover montañas y cambiar el desorden existente: La inocencia de los pequeños down y el compromiso de las mujeres que más que experiencia, nos regalaron su amor.
Gracias señoras por haber estado en esta, su patoaverturas del taller de Desarrollo Humano, hasta la próxima.
Mtro. Luis Miguel G.
Once de mis mejores alumnas del INAPAM y yo, convivimos cerca de tres horas con niños y jóvenes down. Se formaron cuatro grupos: El primer grupo estaría en la cocina haciendo la comida, el segundo harían pastelillos y galletas, uno más jugaría haciendo manualidades y el último utilizaría títeres y realizaría actividades motrices.
Cada quién escogimos el grupo de nuestra preferencia. En la cocina, se enfrentaron con la joven chef down que daba las primeras inquisitivas indicaciones:
-¡Muéstrenme sus manos, guarden sus joyas: aretes, collares, relojes!, ¡pónganse el cubrebocas y esta malla para el cabello y a empezar se ha dicho!
-Si mi general, se oía en la mente silenciosa de cada una de las participantes.
Y empezaron a picar cebolla, jitomate, aceitunas y demás ingredientes a la vez que empezaron a conocer a sus nuevas jóvenes down de aventura. Se les veía que las chicas estaban realmente comprometidas con su tarea, una de ellas no tenía los rasgos físicos característicos de los down, aunque si mostraba una menor edad por sus actitudes infantiles.
En la parte culinaria las cosas fueron avanzando y la comida iba tomando forma, olor y sabor, así como la convivencia iba tomando satisfacción, descubrimiento y alegría.
El segundo grupo eran las reposteras, haciendo deliciosos fruitcakes, empaquetándolos en bolsas de celofán, amarradas con moñitos de colores. Había una chica down muy simpática, de unos 19 años, que nos contaba que tenía novio, que le gustaba mucho cantar y bailar, que por cierto nos hizo unos pasitos de Michael Jackson.
El tercer grupo trabajó con unos arbolitos de navidad a los cuales se les tenían que pegar figuritas y unas esferas para decorar. Los pequeños se veían felices, aunque uno de ellos se mostraba inquieto y no seguía las indicaciones de las pacientes educadoras visitantes, comiéndose a veces el resistol blanco. Otra de las pequeñas artistas down era una niña como de 7 años, un tanto delgada, que representaba toda la ternura posible que pueda existir en un ser humano. Abrazaba a una de las señoras y jugueteaba con los vistosos collares que ella llevaba. Al final consiguió que se los prestaran y al lucirlos, sus ojitos dibujaban su pequeña feminidad orgullosa. Esa niña lo decía todo con sus abrazos, con sus contactos, con esa mirada que no habla, sólo dice sus amores.
Con el último grupo empezamos con los títeres, los saludamos con canciones e invitamos a que ellos se los pusieran. Tal vez fue el grupo más difícil, casi no hablaban, algunos muy quedo, otros manifestaban poco control anímico y corporal. Procedimos a pasar al salón de juegos a movernos libremente. Algunas señoras se cansaron pronto pero al final las actividades mejoraron mucho.
Ya a punto del primer turno de comida de los más pequeños, la directora junto a todos en el comedor para realizar el cierre y despedida.
¿Qué aprendieron el día de hoy, señoras?
Hubo comentarios de algunas de ellas, pero más hablaba su mirada agradecida y satisfecha. Su actitud silenciosa que expresaba su sorpresa por haber podido dar. Al final, las caritas se iluminaron al recibir sus regalos que consistían en gorritos navideños y lindos muñecos de peluche. Ese momento fue el más emotivo, con sus intentos de risas, que no eran más que sonidos guturales frustrados, los pequeños down, nos regalaban un adiós agradecido.
Pero les decía al principio, que hay momentos en que nos toca observar y otros en ser observados, y sin bien es cierto que observamos a los pequeños down en su mundo, también me tocó observar a las bellas y tiernas señoras que se atrevieron a dar lo mejor de ellas: su compromiso con la humanidad, su ternura llena de experiencia, su belleza llena de feminidad.
Hoy se pudieron juntar dos ingredientes que son capaces de mover montañas y cambiar el desorden existente: La inocencia de los pequeños down y el compromiso de las mujeres que más que experiencia, nos regalaron su amor.
Gracias señoras por haber estado en esta, su patoaverturas del taller de Desarrollo Humano, hasta la próxima.
Mtro. Luis Miguel G.
4 comentarios:
Oye Matus, me gustó tu post. ¿Y por qué fueron?
Silvestre: A finales de cada año, tenemos la costumbre de llevar a cabo una labor altruista. Los tres anteriores habiamos ido a asilos y ahora cambiamos con los down. Saludos
Una experiencia genial para todos, inclusive tus lectores imaginarios. Me inspiran estas señoras "que se atrevieron a dar lo mejor de ellas" en una situación fuera de su "zona de confort." Es algo que todos debemos hacer de vez en cuando para no volvernos autocomplacientes. Les felicito ~ y a su maestro también ;-)
Gracias Gringa Vieja, es un gusto recibir tus comentarios
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