miércoles, 4 de noviembre de 2009

CARTA A MI HIJO


Algo pasa cuando las distancias se atraviesan en nuestro camino. Solemos añorar el pasado, recordando los momentos en que la cercanía mantenía nuestras querencias. Pero, a veces, ni eso, olvidamos decirnos con frecuencia nuestros sentimientos y mantenemos fría la relación. Son historias que se repiten de familia a familia con los mismos matices y los mismos colores.

Recuerdo la relación con mi padre, empezando por una evocación infantil del padre, en el papel de Santa Claus. Por supuesto que yo no sabía que él era Santa, pero que feliz me hacían los juguetes que por arte de magia aparecían durante la noche del veinticuatro de diciembre. En esos regalos, había un mensaje implícito que decía: “Eres especial para mí, quiero que te sientas gozoso y feliz con esto, te lo has ganado”. La presencia de mi padre en esa época, la recuerdo feliz y agradecida.

En la adolescencia, por mi forma de ser, la relación la viví distante. Mi padre en sus negocios, y yo, con mis “problemas” y circunstancias de la edad. Aunque no con esto quiero decir que “descubrí el hilo negro”, la adolescencia siempre es incomprendida, difícil y los papás no estamos preparados para llevarla acertadamente.

En la juventud aparecieron los primeros brotes de una relación cercana. Fueron dos ocasiones especiales que yo recuerdo: Una, el festejo por el término de mi carrera y la otra en mi boda. En ambas y medio tomados los dos nos atrevimos a decir que nos queríamos y algo más. Lástima que sólo me case una vez e hice sólo una carrera, o lástima que no fuimos alcohólicos para dejar correr nuestros sentimientos, o lástima que no aprendimos a que habían otras maneras de hacerlo.

Pero creo que nuestros perfiles de personalidad no eran muy compatibles, o ¿sería que eran tan similares que chocaban?, la verdad no lo se, pero la relación no fue cercana, aunque en el fondo los cariños emergieron cuando el se fue.

Una vez me hicieron una pregunta interesante: En el lugar de tu papá, ¿qué hubieras hecho contigo, en el asunto de tu boda prematura? Y sin afán de echarle la culpa a nadie de lo que yo hice, contestaría, que yo en su lugar…
¡No me hubiera ayudado, como él me ayudo! Hoy pienso eso, las personas elegimos nuestro camino, consciente o no, y debemos experimentar sus consecuencias.

Al final me puedo preguntar ¿Qué opinión tengo de mi padre?
Creo que en mi ancianidad, hubiéramos sido buenos amigos, bueno, eso creo. Siempre lo vi como el padre responsable, pero no conocí su historia como hijo de mi abuelo, ni supe de sus leyendas ni aventuras que me hubiera gustado conocer. Fue un desconocido en su persona, sólo lo conocí como padre.

Yo tenía 40 años cuando mi padre murió, los mismos que mi primogénito tiene hoy estando yo vivo y pudiéndoles decir que los quiero.

Ahora te pregunto: ¿Qué tanto me conoces Miguel, o también me he mostrado sólo como lo hizo mi padre conmigo? Y a veces ni eso. Dirás que soy exigente con mi apreciación, pero cuando me reviso, veo muy deficiente mi paternidad de antes. Claro que por la edad, no podía haber sido de otra manera. Pero eso ya es historia, ahora lo importante es nuestra relación y como digo, nuestras querencias.

No sólo te diré que te quiero en ocasiones especiales y alcoholizado, te lo diré en un domingo por la tarde o tal vez en un martes tempranito, o un jueves ya por la noche, en fin, cuando sea menester quererlo. Te podré abrazar cibernéticamente o con mis brazos, dependiendo de la distancia, que como ahora sólo es leída, ya habrá oportunidad de hacerlo de a de veras.

7 de Noviembre de una mañana muy temprano hace treinta y cinco años, te tome en mis brazos y lloré. Lloré, porque en mis brazos estaba una parte mía, como pronto una parte tuya estará en los tuyos.

Añoro tu presencia y me entristece tu situación lejana en estos especiales momentos para ti y para todos. Pero, como dicen por ahí, “así es la vida”, a veces se ve injusta, sin embargo todo es para bien, aunque en ocasiones duela.

Me da un enorme gusto que este festejo lo puedas pasar con tu esposa y tu hermano, pero hazte la idea que yo también estoy contigo levantando la copa con un salud por ti. Nos alejan miles de kilómetros de distancia, pero nos acercan miles de sentimientos amorosos.

Pienso todos los días en ti, y con mis brazos apuntando al oriente pido a la vida, te otorgue los dones que te hagan feliz y que algún día, cuando éste llegue, puedan estar juntos la familia completa, mientras tanto, hoy 7 de Noviembre, felicidades Miguel por tus treinta y cinco años.

Te amaPapá

2 comentarios:

Gringa Vieja dijo...

Qué regalo de cumpleaños más bello, Matus. En este mundo tan lleno de alienación, necesitamos más cartas de este tipo, yo creo.

Miguel Matus dijo...

Gracias Gringa Vieja