martes, 22 de septiembre de 2009

LAS MIL CARAS


Cuando nos vemos movidos por una necesidad, usamos una de las tantas máscaras que tenemos. Nos volvemos ese personaje que sabemos, moverá al otro, para obtener lo que buscamos, trátese de una ganancia material, una sensación de poder o de superioridad, o algún tipo de gratificación, ya sea física o psicológica.

Será que también hasta los artistas se identifiquen con los personajes que interpretan, porque la mayoría de las personas sí lo hacen. El Ego se alimenta de los demás, porque de hecho, ellos fueron sus creadores. Buscamos el reconocimiento, la alabanza, la admiración o sencillamente ser notado de alguna manera, lograr que se reconozca nuestra existencia.

Jugamos roles del malvado, de víctima, del amante, de cualquier perfil que este de acuerdo con nuestra necesidad para atraer la atención. Por ejemplo, hacernos las víctimas, con lo cual buscamos simpatía, o compasión, o el interés de los demás por mis problemas.

Y bien utilizamos esas máscaras nosotros, o vemos en los demás una representación, una idealización, como cuando estamos enamorados. Nos volvemos adictos a la imagen que hemos fabricado del otro.

Pero también la gente se cree las ropas que viste. Los sacerdotes actúan el personaje, y hasta en su tono de voz se escucha la representación. Se sienten enviados de dios. Las monjas, se viven esposas de Cristo y celosamente esconden su humilde humanidad en la represión de su celibato. Los maestros marcan su sapiencia con sus alumnos, los jueces dictan sentencia como los dioses del olimpo, los pobres ponen cara de necesitados, los reyes se coronan y respiran un ambiente monárquico viendo a los demás como súbditos. Y después de algún tiempo, ya no saben quienes son. Simplemente viven el drama de su función y la sufren.

Para liberarnos, tenemos que darnos cuenta de que no somos lo que representamos. Dejar a un lado los arquetipos sociales y no tomarnos tan en serio. La espontaneidad, la alegría y la despreocupación definitivamente no caracterizan a ese personaje.

Por tanto, no soy yo quien me relaciono con la persona, sino que mi idea de lo que soy yo se relaciona con mi idea de lo que es la otra persona, y viceversa. Por consiguiente, no sorprende que las relaciones estén plagadas de conflicto. No hay una relación verdadera. Debemos tomar conciencia de nuestros pensamientos y separarlos de los hechos.


Cuando se tienen hijos pequeños, lo más importante es darles espacio para ser. Debemos permitirles cometer errores y en ocasiones también debemos dejarlos sufrir, ya que con el sufrimiento se puede trascender. Nos esforzamos por ser “buenos padres”, pero la clave está en prestar atención a los hijos.

El amor implica dualidad: amante y amado, sujeto y objeto. Así, el amor es el reconocimiento de la unicidad en el mundo de la dualidad.

Renunciemos a definirnos y no nos preocupemos por la manera como los demás nos definen. Cuando nos relacionemos con la gente no asumamos un papel o personaje, seamos solamente un campo de Presencia consciente.

El Ego es patológico, vienen de pathos que significa sufrimiento. La infelicidad es una enfermedad mental y emocional creada por el ego. Y éste siempre busca culpables. La paz representa la aniquilación del ego y la alcanzamos en el momento presente. Hay cuatro palabras en las cuales se encierra el secreto del arte de vivir, el secreto del éxito y la felicidad: uno con la vida, que significa: SER UNO CON EL AHORA.

Una forma exagerada del Ego es la esquizofrenia paranoica. Consta de una historia ficticia inventada por la mente para darle sentido a una sensación persistente de miedo. Mientras más fuerte el Ego, la persona piensa que sus problemas son causados por los demás y también él les dificulta la vida a ellos. Con la paranoia se tiene una sensación de ser el centro del universo y una noción de ser la víctima.

Las naciones y las organizaciones religiosas suelen contener también un elemento de paranoia: nosotros contra los malos. Ejemplo, la Inquisición española, así como la intromisión de los Estados Unidos en el resto del mundo: nosotros contra la guerrilla.

Mientras más inconsciente es la persona, más violenta es. El ego busca identificaciones con grupos: una nación, un partido político, una empresa, una institución, una secta, un club, una pandilla, etc. El ego consume grandes cantidades de energía. Para deshacernos del ego hay que responder plenamente a cualquier cosa que el momento exija. Ser uno con lo que se hace, uno con el ahora, uno con las personas a quienes sirven o con las actividades que realizan. Trabajar en unicidad.

“Soy la vida. Yo y la vida somos uno”


Es cuanto

2 comentarios:

Gringa Vieja dijo...

La pregunta esencial, para mí, es: ¿Dónde queremos poner nuestra atención o energía? Lo dice muy bien otro Matus en "Viaje a Ixtlán" (perdona la traducción rápida):

Don Juan me aseguró que para alcanzar la proeza de hacerme miserable, yo tenía que trabajar de una manera muy intensa, y que eso fue absurdo. Yo me había dado cuenta de que podía trabajar de una manera igual para hacerme completo y fuerte. "El chiste está en lo que uno enfatice," dijo. "O nos hacemos miserables o nos hacemos fuertes. La cantidad de trabajo es igual."

Miguel Matus dijo...

Gracias Gringa Vieja por el comentario de mi tio, efectivamente tiene toda la razón. Tratándose de energías..., la conciencia esta a nuestro alcance.