martes, 29 de septiembre de 2009

Hoy, me encamine a la salida, solo...




Las seis de la tarde de un martes que pintaba tres letras de una historia:
F I N
Termino de una aventura que se intitulo:
Taller de Desarrollo Humano en una “x” residencia de adultos mayores, ubicada al poniente de la ciudad de México.

Fue un viaje al mundo de lo desconocido, en donde la creatividad tenía que aparecer en primer lugar. Rescatar las emociones, de no se donde, para que danzaran por unos segundos, era toda una odisea. Una sonrisa, un comentario corto pero sorprendentemente inteligente aparecía de los participantes en la escena.

No había cabida para engrandecer los egos, no había batallas ganadas ni triunfos festejados, sólo un aquí y ahora minimalista que tenías que captar en forma rápida e intensa. Una expresión habida de auténticos sentimientos de dulzura y agradecimiento.

Ritos que tenían una presencia simbólica de profunda expresión, como los recorridos lentos que hacíamos hacia la puerta de salida, del brazo de Elo y su cuidadora, todos los martes poco después de la seis de la tarde. ¿Dónde dejaste tu coche mijito? Aquí a la vuelta le decía, todos los martes antes de abrir la puerta. Que ni coche llevaba, porque era difícil la estacionada. Al final de las clases, cuando caminábamos hacia fuera, sacaba dos chocolates de mi bolsa y se los daba. Ella, los abría con desesperación y se los echaba a la boca como una niña traviesa. Me decía que le encantaban y como muestra de agradecimiento ponía sus ojitos, no se como y recargaba su cabeza en mi hombro. Yo le pasaba mi mano por su mejilla y agradecía al chocolate sus efectos.

Hoy, Elo estaba triste, sus ojos casi no hablaban, me miraba como esos perritos tristes; y sólo alcanzaban a decirme: no te vayas, tengo miedo a olvidarte, ya sabes como me traiciona mi memoria. Mañana, por no decir en un rato más, ya no sabre quien eres, se me olvidarán los ricos chocolates de tus despedidas. No recordaré quien es el Maestro de Desarrollo Humano, ni sabre darte razón de los martes. Eso me lo decían sus ojitos, pero lo que sí me dijo, cuando le comente que no era una despedida final, que nos seguiríamos viendo y que cuando ella quisiera nos podríamos ir a tomar un helado; Mijito, me dijo dulcemente: ¿te irías conmigo a mi casa?...

Todos los martes, su cuidadora le recordaba: Doña Elo, hay que bajar a la clase de Desarrollo Humano de Luis Miguel y ella, todos los martes, le preguntaba: ¿Quién es Luis Miguel?, pero cuando me veía entrar, ya desde la puerta, sus ojitos brillaban, tenía que estar presente para que ella me recordara. Y me tomaba del brazo con fuerza y me contaba siempre de sus dolencias en su rodilla derecha y con cara de estiramiento me decía que sentía como si le jalaran los nervios.
En clases, se sentaba junto de mí, a mi izquierda, tan cerca, que nuestras manos expresaban sus querencias. Iban y venían como dos adolescentes, y nuestros ojos se miraban cómplices de nuestro cariño. Era, como darle clases sólo a ella, en momentos, los demás reposaban como estatuas de fondo.

Todos los martes empezábamos con una lectura, al principio fueron cortas reflexiones de la vida, al final breves cuentos de terror. En uno de ellos, creo fue el de: El adiós de la suegra de Francisco Escalante, volteé y le dije: Elo ¿te asustan los cuentos de terror?, si es así te puedes agarrar del brazo de tu cuidadora, ella enfáticamente me lo dijo en bulto, Nooo, mejor me agarro de tu brazo.

Una tarde llegue a la residencia y salude, como todos los martes a la recepcionista. Había una persona más con ella. Hola Luis Miguel - me hablaba de tú y eso me agradaba – quiero presentarte a… mucho gusto y extendí mi mano. Viene a ver si le das permiso de entrar a tu clase para ver como trabajas. Claro, con mucho gusto. ¿Y cuál es tu especialidad? le pregunte. Física Cuántica me dijo…

Esa tarde, mi clase consistió en un jueguito que se llama basta. Giras un disco de letras y en la que se detenga tienes que escribir un nombre, una ciudad, una cosa y un animal, el primero que termine las cuatro, grita: ¡basta! Claro que esto no se parece en nada a la Física Cuántica, pero como nos divertimos. De hecho gano Elo, bueno hicimos una trampita, en su hoja solo tenía que poner dos de cuatro y yo le soplé todas.

Nos empapábamos de cuentos como “La Sombrerona” de Fabián Tejeda, “Ay hijo mío” de Janet Artiles, “El coleccionista de sonrisas” de Rafael R. Valcárcel, que por cierto en este, la mayoría se me quedo dormida. Bueno, cinco de seis no está mal.

Inventar era mi suplicio, pero creo que se me da. Un martes nos pusimos a jugar al juego: ¡Qué pasaría si!... ¿Imagínense? Nos botábamos de la risa… ¿Qué pasaría si sólo tuviéramos un ojo y éste estuviera en el ombligo?, ¿Qué pasaría si la cruz roja fuera negra?, ¿Qué pasaría si el agua de mar fuera de horchata? ¿Que locos, no? Fue divertido…

Un martes nos fuimos al pasado, recordamos el México de antes, las medias de seda con raya sexi atrás, los tranvías, las serenatas… Esa tarde hubo muchas expresiones de nostalgia.
Otro día, fue divertidísimo; Jugamos a la Granja: Cada uno tenía que escoger una estampa de algún animal. Los animales se daban por pares. La estampa se la colocaban en la frente y gritaban el sonido del animal, todo a la vez, caminaban – bueno, unos en sillas de ruedas – hasta que encontraban a su pareja animal y se sentaban a platicar.
Creo que fue aleccionador y divertido nuestro taller. Nuestros martes fueron mágicos, especiales, fueron nuestros, pero finalmente, terminaron. Quedarán en el recuerdo de algunos, en otros, como Elo ya lo olvidaron, porque hoy, al encaminarme a la salida lo hice solo, su brazo se quedó sin memoria, en un sillón.

martes, 22 de septiembre de 2009

LAS MIL CARAS


Cuando nos vemos movidos por una necesidad, usamos una de las tantas máscaras que tenemos. Nos volvemos ese personaje que sabemos, moverá al otro, para obtener lo que buscamos, trátese de una ganancia material, una sensación de poder o de superioridad, o algún tipo de gratificación, ya sea física o psicológica.

Será que también hasta los artistas se identifiquen con los personajes que interpretan, porque la mayoría de las personas sí lo hacen. El Ego se alimenta de los demás, porque de hecho, ellos fueron sus creadores. Buscamos el reconocimiento, la alabanza, la admiración o sencillamente ser notado de alguna manera, lograr que se reconozca nuestra existencia.

Jugamos roles del malvado, de víctima, del amante, de cualquier perfil que este de acuerdo con nuestra necesidad para atraer la atención. Por ejemplo, hacernos las víctimas, con lo cual buscamos simpatía, o compasión, o el interés de los demás por mis problemas.

Y bien utilizamos esas máscaras nosotros, o vemos en los demás una representación, una idealización, como cuando estamos enamorados. Nos volvemos adictos a la imagen que hemos fabricado del otro.

Pero también la gente se cree las ropas que viste. Los sacerdotes actúan el personaje, y hasta en su tono de voz se escucha la representación. Se sienten enviados de dios. Las monjas, se viven esposas de Cristo y celosamente esconden su humilde humanidad en la represión de su celibato. Los maestros marcan su sapiencia con sus alumnos, los jueces dictan sentencia como los dioses del olimpo, los pobres ponen cara de necesitados, los reyes se coronan y respiran un ambiente monárquico viendo a los demás como súbditos. Y después de algún tiempo, ya no saben quienes son. Simplemente viven el drama de su función y la sufren.

Para liberarnos, tenemos que darnos cuenta de que no somos lo que representamos. Dejar a un lado los arquetipos sociales y no tomarnos tan en serio. La espontaneidad, la alegría y la despreocupación definitivamente no caracterizan a ese personaje.

Por tanto, no soy yo quien me relaciono con la persona, sino que mi idea de lo que soy yo se relaciona con mi idea de lo que es la otra persona, y viceversa. Por consiguiente, no sorprende que las relaciones estén plagadas de conflicto. No hay una relación verdadera. Debemos tomar conciencia de nuestros pensamientos y separarlos de los hechos.


Cuando se tienen hijos pequeños, lo más importante es darles espacio para ser. Debemos permitirles cometer errores y en ocasiones también debemos dejarlos sufrir, ya que con el sufrimiento se puede trascender. Nos esforzamos por ser “buenos padres”, pero la clave está en prestar atención a los hijos.

El amor implica dualidad: amante y amado, sujeto y objeto. Así, el amor es el reconocimiento de la unicidad en el mundo de la dualidad.

Renunciemos a definirnos y no nos preocupemos por la manera como los demás nos definen. Cuando nos relacionemos con la gente no asumamos un papel o personaje, seamos solamente un campo de Presencia consciente.

El Ego es patológico, vienen de pathos que significa sufrimiento. La infelicidad es una enfermedad mental y emocional creada por el ego. Y éste siempre busca culpables. La paz representa la aniquilación del ego y la alcanzamos en el momento presente. Hay cuatro palabras en las cuales se encierra el secreto del arte de vivir, el secreto del éxito y la felicidad: uno con la vida, que significa: SER UNO CON EL AHORA.

Una forma exagerada del Ego es la esquizofrenia paranoica. Consta de una historia ficticia inventada por la mente para darle sentido a una sensación persistente de miedo. Mientras más fuerte el Ego, la persona piensa que sus problemas son causados por los demás y también él les dificulta la vida a ellos. Con la paranoia se tiene una sensación de ser el centro del universo y una noción de ser la víctima.

Las naciones y las organizaciones religiosas suelen contener también un elemento de paranoia: nosotros contra los malos. Ejemplo, la Inquisición española, así como la intromisión de los Estados Unidos en el resto del mundo: nosotros contra la guerrilla.

Mientras más inconsciente es la persona, más violenta es. El ego busca identificaciones con grupos: una nación, un partido político, una empresa, una institución, una secta, un club, una pandilla, etc. El ego consume grandes cantidades de energía. Para deshacernos del ego hay que responder plenamente a cualquier cosa que el momento exija. Ser uno con lo que se hace, uno con el ahora, uno con las personas a quienes sirven o con las actividades que realizan. Trabajar en unicidad.

“Soy la vida. Yo y la vida somos uno”


Es cuanto

martes, 1 de septiembre de 2009

La esencia del Ego


Es curioso, pero vivimos “atrapados” en un mundo disfuncional. Metidos en una mente humana demencial, egotista, ciega, que va y viene en la inconciencia de la sombra. Es un caminar que poco a poco va dejando un surco, que con el tiempo se va haciendo profundo y oscuro. Sin darnos cuenta, de pronto, nos vemos sorprendidos por el cautiverio engañoso de la vida y lloramos, lloramos como niños.

Que ingenioso nacer con el guardián del Ego, que nos da identidad y “poder”. Nos ayuda a representar esos papeles y roles dramáticos que de lejos causan risa y lástima:
Cuántas veces hemos oído: “Ya no puedo seguir viviendo en este infierno, alejado de la mano de dios…”, “el miedo no me deja vivir en paz…”, “¿cuándo la suerte me cambiará...? “TENGO un AMIGO que es muy influyente, él te puede ayudar…”, “En mi viaje a Roma, saludé de mano al Papa, ¿te imaginas?...”

Este tipo de mensajes nos hace SENTIRNOS GRANDES, “SER GRANDES”. Tener una mansión en Beverly Hills, comprarnos la camioneta último modelo, viajar alrededor del mundo, en fin, todo el “TENER” que nos hace identificarnos con él.

Aunque no es el tener en sí lo que nos afecta, sino identificarnos y actuar en consecuencia. Apegarnos a las cosas y personas como si con ello nos fuera la vida de por medio. No simplemente las usamos, sino que con la factura, compramos estatus.

En nuestro Ego habitan dos gigantes que a diario hacen su aparición: Nuestros Pensamientos (efímeros y pasajeros) y nuestras Emociones. Juntos van engañándonos para hacernos creer que somos nosotros los que pensamos y sentimos. Ese, sólo viene siendo un instrumento de uso. El verdadero yo, está en nuestra alma. Nuestros pensamientos son simples opiniones, nuestra conciencia ve hechos.

Cuántas veces nuestro Ego se toma todo apecho y responde a la defensiva y agrede. ¿Vale la pena quejarnos y lamentarnos de todo? Tomar la vida muy en serio y amargarnos esas tardes que pudieron ser tranquilas…

Cuando nos quejamos, nos sentimos superiores, porque sentimos que tenemos la razón – que el otro está en el error - . La separación y los conflictos humanos se basan en esto. Dejemos de atacar; “Guerra contra las drogas, contra la delincuencia, el terrorismo, el cáncer, la pobreza, la enfermedad. No los veamos como un enemigo, mejor descubramos el para qué están.
Para liberarnos del Ego solo hay que tomar conciencia de él, conciencia del presente, conciencia de la Presencia.

Es cuanto.