Hace como treinta años escribí unas líneas sobre el Mar. Hoy volví, no era el mismo, pero sus encantos nunca los pierde.
Mi ansia infantil desesperada
aguardaba lentamente los minutos
y al encuentro simplemente separaba
una fonda en su aparición escondía.
Mis ojos se llenaron de tus aguas,
mi pecho se abrió con tus olores,
la dulzura de tus vientos cual cabellos,
rozaban mi piel sin tus colores.
Al tocarte yo sentía tu frescura
bienvenida aceptación de tu pasión,
que con ella me abrazabas, compañera
al son de tu dulce canción.
Y ya juntos como amantes,
nos quedamos tú y yo,
solos en la inmensidad,
cerca de nuestro palpitar.
Y al acercarme a tus pechos,
frescos y ondulantes,
mis recuerdos invadieron,
una ternura maternal.
Me sentía pequeñito,
como protegido en tus brazos,
al vaivén de tus latidos,
yo dormido me quedaba.
Y caminando... tocando,
con mis pies tu firmeza.
Me ibas tocando, tocando,
como invitando a bailar.
Y yo contigo jugaba
pateando tus olas blancas,
que blancas como la luna,
entraban en sin razón.
Y al tiempo que yo te amaba,
al mismo son yo te temía.
Tu inmensidad me dejaba,
absorto y con armonía.
Y yo al sentirte me sentía,
dulce vida de mi vida,
nuevamente enraizado,
como volando, volando,
amor de mi despertar.
Luimi
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