Es curiosa la vida, lo que vamos aprendiendo de ella, la forma en que empezamos a vivir “sin conciencia”. En un simple ahora, en un presente continuo, en donde aún no se forma un pasado y el futuro es lejanísimo. “…el viernes vamos a la feria” ¿Hasta el viernes?, ¡Nooooo! Y todos los días preguntamos si ya es viernes. (Así son los niños), así somos todos en un principio.
Quiero dedicar este post a mi nuevo nieto Sebastián I, un casi Luis Miguel III y voy a dividir la historia en cuatro momentos, que creo son muy significativos.
El primero fue cuando supe que mi nuera estaba embarazada. Antes se acostumbraba decir que sólo la esposa lo estaba, ahora los nuevos matrimonios se dicen: “estamos embarazados” como un signo de vivir esto juntos. Antes, en mis tiempos, los hombres casi no nos metíamos en el mundo de los bebés, era cosa de mujeres, ahora los tiempos han cambiado y la pareja es más “pareja”. Inclusive mi hijo va a cursos de la “Liga de la Leche” para aprender cosas de bebés, y la verdad a mi se me hace esto padre. Hay casos en que el esposo tiene algunos “síntomas” de embarazo, bueno, eso si se me hace algo exagerado. También antes se decía, ¿Cuándo se “alivia” tu mujer? Pues si no esta enferma, esta embarazada. En fin, cada quién con sus costumbres.
Bueno, el segundo momento fue cuando supe que era “Niño”, (cuando dejó de ser un feto y se convirtió en una persona – 25 Nov). En ese momento pudimos saber que era Sebastián y no Renata (como le hubieran puesto si fuera niña). Claro que antes esto no era posible, no había los medios para saberlo, con el famoso ultrasonido, y sólo hasta el nacimiento era cuando, en los cuneros, se descubría la verdad. Porque los hombres no nos dejaban entrar a la sala de partos, nos quedábamos afuera, angustiados, fumando como “chacuacos”. Ahora mi hijo pudo, no sólo entrar, sino filmar el nacimiento. Cuando tuve oportunidad de verlo, no pude detener una lágrima, que oculte disimuladamente para que no se me notara, (con eso de que los hombres no lloran). Ven como algunas cosas han cambiado para mejorar.
Ya llevamos dos, primero saber que existía, segundo saber que era, y tercero el nacimiento (20 Mzo). Conocerlo, tenerlo en mis brazos, aunque algo torpes, pero al fin y al cabo abrazarlo mío. Sentir su piel tersa y suave, comparar el tamaño de mi mano con la de él, ver las pecas de mis manos, que reflejan los años y descubrir sus diminutas manitas arrugadas por los nueve meses del mundo acuoso donde vivió. Sentirlo extraordinariamente vulnerable, indefenso y tierno. Sentirlo parte mía.
Claro que Sebastián es ya una realidad, pero algo falta para que se cumplan estos cuatro momentos. Falta que despierte y me diga ¡HOLA!, aunque sea con una sonrisa suya, que pueda ver su alma a través de su mirada, que pueda sentir, que en ese cuerpecito que le toco, hay algo por dentro más que lo que vemos. “Conocerlo en Persona”
Quiero dedicar este post a mi nuevo nieto Sebastián I, un casi Luis Miguel III y voy a dividir la historia en cuatro momentos, que creo son muy significativos.
El primero fue cuando supe que mi nuera estaba embarazada. Antes se acostumbraba decir que sólo la esposa lo estaba, ahora los nuevos matrimonios se dicen: “estamos embarazados” como un signo de vivir esto juntos. Antes, en mis tiempos, los hombres casi no nos metíamos en el mundo de los bebés, era cosa de mujeres, ahora los tiempos han cambiado y la pareja es más “pareja”. Inclusive mi hijo va a cursos de la “Liga de la Leche” para aprender cosas de bebés, y la verdad a mi se me hace esto padre. Hay casos en que el esposo tiene algunos “síntomas” de embarazo, bueno, eso si se me hace algo exagerado. También antes se decía, ¿Cuándo se “alivia” tu mujer? Pues si no esta enferma, esta embarazada. En fin, cada quién con sus costumbres.
Bueno, el segundo momento fue cuando supe que era “Niño”, (cuando dejó de ser un feto y se convirtió en una persona – 25 Nov). En ese momento pudimos saber que era Sebastián y no Renata (como le hubieran puesto si fuera niña). Claro que antes esto no era posible, no había los medios para saberlo, con el famoso ultrasonido, y sólo hasta el nacimiento era cuando, en los cuneros, se descubría la verdad. Porque los hombres no nos dejaban entrar a la sala de partos, nos quedábamos afuera, angustiados, fumando como “chacuacos”. Ahora mi hijo pudo, no sólo entrar, sino filmar el nacimiento. Cuando tuve oportunidad de verlo, no pude detener una lágrima, que oculte disimuladamente para que no se me notara, (con eso de que los hombres no lloran). Ven como algunas cosas han cambiado para mejorar.
Ya llevamos dos, primero saber que existía, segundo saber que era, y tercero el nacimiento (20 Mzo). Conocerlo, tenerlo en mis brazos, aunque algo torpes, pero al fin y al cabo abrazarlo mío. Sentir su piel tersa y suave, comparar el tamaño de mi mano con la de él, ver las pecas de mis manos, que reflejan los años y descubrir sus diminutas manitas arrugadas por los nueve meses del mundo acuoso donde vivió. Sentirlo extraordinariamente vulnerable, indefenso y tierno. Sentirlo parte mía.
Claro que Sebastián es ya una realidad, pero algo falta para que se cumplan estos cuatro momentos. Falta que despierte y me diga ¡HOLA!, aunque sea con una sonrisa suya, que pueda ver su alma a través de su mirada, que pueda sentir, que en ese cuerpecito que le toco, hay algo por dentro más que lo que vemos. “Conocerlo en Persona”