sábado, 15 de noviembre de 2008

Ya viene otra vez Navidad


Recuerdo esas navidades, que con mis hermanos, esperábamos a Santa Claus, o al “niño dios” como lo llama mi madre. Esa espera llena de magia, llena de foquitos de colores, de árboles de navidad, de alegría.

Esa noche del veinticuatro era larga y el sueño no llegaba pronto por el nervio de la espera. No recuerdo si mis padres nos regañaban porque no nos dormíamos temprano, o yo lo quiero inventar, tal vez sea eso. Nos ponían unas regañadas porque en esa noche mi padre ya quería sacar los regalos de sus eficaces escondites y nosotros seguíamos en la danza de la emoción.

Pero como siempre, el cansancio era más fuerte que nuestra curiosidad y caíamos en el quinto sueño. Al día siguiente, muy temprano, los hermanos todos juntos, corríamos al árbol de navidad para descubrir que nos había traído Santa. No teníamos que buscar mucho, porque los regalos estaban a la vista. Bicicleta con sidecar para mí, tractor para mi hermano, muñecas para mis hermanas y otras cosas que no me acuerdo para mi hermano menor, por cierto el sexto de mis hermanos todavía no llegaba a la familia.

Esos recuerdos padrísimos asociaban las navidades con los niños y éstos con sus caritas felices por los regalos que recibían. Pero… navidad sin niños no es navidad. Me da la impresión que los niños de antes gozábamos más las cosas, porque por ejemplo no nos preocupábamos por los juguetes de marca o los de moda, como ahora. Los juguetes eran para jugarse en el patio. En cambio ahora Santa Claus trae regalos para jugarse en la computadora. El otro día fui a casa de unos sobrinos y sus hijos estaban jugando con esos juegos. El “juego infantil y juvenil” se trataba de un personaje que tenía que vengar la muerte de su madre para lo cual estaba dotado de un armamento que ya quisieran los mismos narcos. Tenía tanques, helicópteros, bazucas, granadas y el escenario era una ciudad como cualquiera de las de ahora. El sujeto mataba a cuanto “cristiano” se le atravesaba. Había una escena que este individuo entra a una cafetería. El hijo de mi sobrino empieza a matar a los policías que estaban ahí, y después asesina a TODOS los comensales del lugar. Y le pregunte: Pero, ¿Por qué matas a esas personas? Su contestación fue… el silencio.

¿Notan las diferencias? Antes nos pasábamos horas jugando en el patio o quizás hasta en la calle. Ahora los niños se pasan horas enfrente de una computadora o de un televisor, enajenando sus cerebros con esos jueguitos cibernéticos.

Pero volviendo al tema de las navidades, cuando muy temprano por la mañana del veinticinco, el juguete pedido aparecía junto al árbol, se nos iluminaban las caritas de asombro. Que necesario es que los niños vivan esos años mágicos. Pero no todos viven esa fantasía, algunos su realidad es recibir una pelota barata en la explanada de su delegación y otros quizás no reciban nada en esas fechas ni en ninguna otra.

Como una amiga que siendo huérfana, y vivía con su hermana mucho mayor que ella y con los hijos de ésta. Me cuenta que en esas épocas puso su zapatito para que le trajeran juguetes los Reyes Magos y al levantarse e ir corriendo a ver sus obsequios, en su zapato no había nada en cambio en los de sus sobrinos estaban llenos de juguetes.

Y después nos quejamos de que nuestros hijos son muy rebeldes, muy drogos y borrachos. “Sin más comentarios”.

Ahora las navidades las veo diferentes. La mercadotecnia y el consumismo hacen estragos en la conciencia de las personas. Por lo menos la última quincena del año, la gran ciudad se vuelve un caos. Si de por sí el trafico normalmente es un desastre, en esas fechas esta peor. Queremos comprar afecto y regalamos cosas materiales en sustitución de esa demostración de afecto que nunca expresamos a nuestros seres queridos.

En lugar de decir por ejemplo: te quiero mucho y me encanta tu forma de ser, regalamos un sartén con teflón. En lugar de expresar nuestro cariño con un tierno abrazo y un beso tronado, regalamos una bufanda de Liverpool.

¿Dónde queda nuestra creatividad e ingenio?, siempre hacemos lo mismo todos los años en esta época. Siempre comemos lo mismo: pavo, bacalao y romeritos. Ponemos el arbolito y siempre nos quejamos para volverlo a quitar.

Por qué no inventamos cosas nuevas. Regalar afectos en formas novedosas, y a la más ingeniosa demostración de cariño, podríamos otorgarle el primer lugar y darle un vale para que en Liverpool recoja un sartén con teflón. Hacer una navidad de disfraces. Vestirse de Santa Claus e ir a un asilo o albergue y regalar frazadas de cariño. Y no sé cuantas cosas más, que nos dejen una sensación de satisfacción y que podamos decir: que padre navidad pasamos.

Por eso hoy, los invito a que inventemos una nueva navidad o que simplemente reflexionemos sobre ser más auténticos, más nosotros.
Saludos navideños.

4 comentarios:

silvestre dijo...

Claro, tienes razón; lo que hay que hacer es recordarle a la gente que la navidad se creó para conmemorar el nacimiento del Hijo de Dios Nuestro Señor. Y que de hoy en adelante, no importa que a él le hayan regalado incienso, mirra y no me acuerdo qué otra cosa, pero que seguramente significaba algo; de hoy en adelante no habrá regalos, ni haremos intercambios de esos de oficina barata, ni tendrán nada en sus medias o zapatitos, sólamente rezaremos para volver a estar en contacto con Él. Dios Nuestro Señor. Ya no habrá pavo ni tamales, ni nada en la mesa, ni juguetes ni corbatas, ni sartenes, ni perfumes, sólo deberemos ir a la iglesia a intentar volver a estar en contacto con nuestro Creador. ¡Bendito sea Dios!

Gringa Vieja dijo...

Cuando mis sobrinos ~ ya grandes ~ estaban chiquitos, empezamos una tradición de "La Búsqueda del Hombre de Jengibre" antes de comer la comida de Nochebuena. Unos días antes de La Navidad, mi hermana y yo decorábamos los hombres de jengibre y preparábamos las claves (pistas?) para la búsqueda ~ tomando vino, que aseguraba que incluyéramos un poco de humor para los adultos como lo hacen en las peliculas de Disney. Escondíamos las claves por toda la casa y en el patio, y los niños tenían que solucionarlas para seguir el camino del Hombre de Jengibre. Todos nos divertíamos mucho y los niños gastaban un poco de esa energía de Nochebuena que bien describes.

Siguió esta tradición por 10 años. Estoy segura que mis sobrinos recuerdan muy poco de los chorros de regalos que recibieron. Pero todavía hablan de "La Búsqueda del Hombre de Jengibre" y que algún día van a hacer lo mismo con sus hijos.

Me gusta lo que propones: que inventemos "una nueva navidad." Me parece que no tiene que excluir los regalos, sino ampliar nuestra idea de qué podría ser un regalo.

Gracias por la reflexión, Matus, que me da mucho que pensar.

Miguel Matus dijo...

Me encanto lo del hombre de jengibre. Efectivamente los niños olvidan los regalos que recibieron, pero nunca olvidan los eventos fuera de serie que vivieron en las familias.En la nuestra, nunca olvidamos los días de pascua en donde teniamos que encontrar los huevitos decorados que escondían en el jardín.Gracias Gringa Vieja.

El mecartistrónico dijo...

Lo de los disfraces no suena mal... Aunque ahora que lo pienso siempre que me invitan a una fiesta de disfraces me quejo de que qué ñoños y que quién tiene tiempo de preparar un disfraz ...

y... sobre el videojuego violento, la culpa no la tiene el juego ni el niño, sino los papás. Bueno. un poco la sociedad consumista que mencionas