Como me gustan las películas que nos hacen pensar. Que nos cuestionan e invitan a la reflexión. Estoy hablando de la extraordinaria película: “La Sociedad de los Poetas Muertos”, escrita por Tom Schulman y dirigida por Peter Weir.
Y claro no podía faltar la excelente actuación, que le otorgó el Oscar, a Robin Williams como el carismático profesor de literatura John Keating (“0h Capitán, mi Capitán”- Walt Whitman).
Dos polaridades se enfrentan en la lucha: Por un lado la sociedad y sus reglas “formativas y educativas”, representada por la Academia Walton de los Estados Unidos a finales de los cincuentas, que defiende enérgicamente sus postulados: “Tradición, Honor, Disciplina y Excelencia” y por el otro el maestro soñador que se sale de las reglas establecidas e invita a sus alumnos a pensar, a perseguir sus pasiones individuales, a luchar por sus ideales, a defender sus derechos y hacer de sus vidas algo extraordinario.
No se de cierto quién gano, porque las polaridades siempre permanecen victoriosas, cada una con sus terquedades y razones. La primera en las masas obedientes y sumisas que cumplen a cabalidad con la respuesta a su “IQ”. La otra, esos pocos, que pudieron escapar de la inercia social y decidieron buscar en lo individual los secretos de la conciencia jungiana del saber (“Carpe Diem – Aprovecha tu día”).
El Maestro Keating nos invita a romper con las páginas del absurdo, a deshacernos del excremento de la razón dirigida y nos reta a sentir para que así podamos contribuir con un verso a la vida. El subversivo busca la liberación de su propia voz y se enfrenta a su sombra, a sus miedos, a los demás, a sí mismo.
Los más, se aprovechan hasta de la muerte para aniquilar a sus oponentes, y “salir victoriosos” de la rigidez de su miedo. Por eso, no es fácil usar tu voz en el reclamo, pero la satisfacción es el resultado de la lucha.
Es una película que te toca tu interior y te lo zarandea. Si la balanza se inclinara a la búsqueda de tu individualidad y con ella encontraras tus riquezas, este mundo sería otro. Por eso, mi invitación, querido lector imaginario: busca tus respuestas en tu interior, lo demás son puros inventos del hombre.
Y claro no podía faltar la excelente actuación, que le otorgó el Oscar, a Robin Williams como el carismático profesor de literatura John Keating (“0h Capitán, mi Capitán”- Walt Whitman).
Dos polaridades se enfrentan en la lucha: Por un lado la sociedad y sus reglas “formativas y educativas”, representada por la Academia Walton de los Estados Unidos a finales de los cincuentas, que defiende enérgicamente sus postulados: “Tradición, Honor, Disciplina y Excelencia” y por el otro el maestro soñador que se sale de las reglas establecidas e invita a sus alumnos a pensar, a perseguir sus pasiones individuales, a luchar por sus ideales, a defender sus derechos y hacer de sus vidas algo extraordinario.
No se de cierto quién gano, porque las polaridades siempre permanecen victoriosas, cada una con sus terquedades y razones. La primera en las masas obedientes y sumisas que cumplen a cabalidad con la respuesta a su “IQ”. La otra, esos pocos, que pudieron escapar de la inercia social y decidieron buscar en lo individual los secretos de la conciencia jungiana del saber (“Carpe Diem – Aprovecha tu día”).
El Maestro Keating nos invita a romper con las páginas del absurdo, a deshacernos del excremento de la razón dirigida y nos reta a sentir para que así podamos contribuir con un verso a la vida. El subversivo busca la liberación de su propia voz y se enfrenta a su sombra, a sus miedos, a los demás, a sí mismo.
Los más, se aprovechan hasta de la muerte para aniquilar a sus oponentes, y “salir victoriosos” de la rigidez de su miedo. Por eso, no es fácil usar tu voz en el reclamo, pero la satisfacción es el resultado de la lucha.
Es una película que te toca tu interior y te lo zarandea. Si la balanza se inclinara a la búsqueda de tu individualidad y con ella encontraras tus riquezas, este mundo sería otro. Por eso, mi invitación, querido lector imaginario: busca tus respuestas en tu interior, lo demás son puros inventos del hombre.