Chicago no sólo es una gran ciudad, con un acuario bellísimo, en donde, puedes descubrir seres que parecieran de otros planetas, caballitos de mar con aspecto entre helicóptero presidencial y planta. Tiernas belugas, manta rayas volando como aves en una ordenada danza marina de multitud de especies. Arrecifes con un mundo de diminutas partículas que se mueven descubriendo la vida.
Una riqueza de colores y formas que ayudan a agradecer a la vida sus bondades. Ir al acuario, es como visitar el Templo de la Naturaleza y sentirnos parte de ella. Que poco imaginativo son los templos, donde recuerdo que desde chiquito nos decían que ahí habitaba dios. Pero en cambio, que bello es ver y disfrutar su creación a través de una infinidad de peceras. Bien es cierto, el agua es vida.
Chicago no sólo es una gran ciudad con un precioso acuario, es un downtown con una impresionante arquitectura, son tiendas de autoservicio hasta en el pago, son autopistas sin baches y tarjetas de prepago que agilizan el tráfico, son edificios de alturas espectaculares que dan vértigo, es un lago que parece mar de olas que el viento inventa, es una naturaleza amiga y bella, llena de ardillas y venados “que no veo”. Son barrios, algunos latinos con negocios y calendarios mexicanos que borran nostalgias.
Chicago es más que eso. Chicago es: el “amigo”, el “me lele”, el “no veo”, el “cach” (caballo), los “patochs”, la “noquela”, las pisaditas de bailarina, las chiripiolcas escénicas cuando no se entiende el “obvio” lenguaje infantil, las risotadas tiernas y locas.
Chicago es también la pasión por el fut, las narraciones deportivas a distancia, el talento femenino en la competencia machista del deporte. Es también el Guicho osado, paternal, amoroso y responsable. Con un inglés atropellado pero entendible.
Son los viajes a los pueblos olvidados por la cercanía, donde se descubren los viejos amores.
Eso es Chicago; hogar, familia, amor, ternura infantil.
Gracias a mis amigos por abrirme sus corazones e invitarme a su intimidad.
Su amigo de siempre: “El amigo Micky”
Una riqueza de colores y formas que ayudan a agradecer a la vida sus bondades. Ir al acuario, es como visitar el Templo de la Naturaleza y sentirnos parte de ella. Que poco imaginativo son los templos, donde recuerdo que desde chiquito nos decían que ahí habitaba dios. Pero en cambio, que bello es ver y disfrutar su creación a través de una infinidad de peceras. Bien es cierto, el agua es vida.
Chicago no sólo es una gran ciudad con un precioso acuario, es un downtown con una impresionante arquitectura, son tiendas de autoservicio hasta en el pago, son autopistas sin baches y tarjetas de prepago que agilizan el tráfico, son edificios de alturas espectaculares que dan vértigo, es un lago que parece mar de olas que el viento inventa, es una naturaleza amiga y bella, llena de ardillas y venados “que no veo”. Son barrios, algunos latinos con negocios y calendarios mexicanos que borran nostalgias.
Chicago es más que eso. Chicago es: el “amigo”, el “me lele”, el “no veo”, el “cach” (caballo), los “patochs”, la “noquela”, las pisaditas de bailarina, las chiripiolcas escénicas cuando no se entiende el “obvio” lenguaje infantil, las risotadas tiernas y locas.
Chicago es también la pasión por el fut, las narraciones deportivas a distancia, el talento femenino en la competencia machista del deporte. Es también el Guicho osado, paternal, amoroso y responsable. Con un inglés atropellado pero entendible.
Son los viajes a los pueblos olvidados por la cercanía, donde se descubren los viejos amores.
Eso es Chicago; hogar, familia, amor, ternura infantil.
Gracias a mis amigos por abrirme sus corazones e invitarme a su intimidad.
Su amigo de siempre: “El amigo Micky”